Rescatar del olvido

Opinión
'Rescatar del olvido'
POL

En un fallo, sin precedentes, un tribunal en Seúl ha condenado a Japón a indemnizar a 12 mujeres que fueron sometidas a esclavitud sexual en los burdeles militares nipones durante la Segunda Guerra Mundial. La sentencia obliga al Gobierno japonés a pagar a cada una de las víctimas o sus familias 100 millones de won (unos 74.000 euros). "Las pruebas, materiales relevantes y testimonios demuestran que las víctimas sufrieron un dolor mental y físico extremo e inimaginable debido a los actos ilegales que perpetraron los acusados, pero no se les ha dado ninguna compensación por su sufrimiento". La lectura de esta sentencia me hizo recordar el interesante debate que un grupo de profesores de historia europeos tuvimos en nuestra visita en la década de los noventa a Japón. Acabábamos de visitar el Memorial de la Paz de Hiroshima, o Cúpula de la Bomba Atómica. Es un edificio que fue originalmente proyectado para la Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima. El edificio fue inmediatamente preservado exactamente como se encontraba después del bombardeo. Sirve hoy como un monumento conmemorativo para honrar a las víctimas. Y, por supuesto, llorarlas al contemplar los restos y testimonios expuestos en el Museo. Nuestra presencia era obligada pues es un símbolo del impacto de la guerra nuclear y de la importancia de la paz. Junto con esta historia con mayúscula, nosotros les preguntábamos por la historia con minúscula, aquella no iluminada, no existente en sus libros de texto. La historia de aquellas mujeres anónimas, ‘Mujeres de consuelo’, así llamadas por el Ejército Imperial del Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que entre 80.000 y 200.000 mujeres procedentes en su mayoría de Corea del Sur y de las Indias Orientales Holandesas (también del resto de naciones del Sudeste Asiático) tuvieron que prostituirse forzosamente para satisfacer el apetito sexual de los militares japoneses. Ocultas y olvidas, ellas eran la otra cara de guerra. Nosotras, profesoras europeas, explicábamos a nuestros alumnos cómo las mujeres de nuestros países sufrieron violencia sexual e incluso formas terribles de consumar el exterminio por medio de ataques específicos a las mujeres. Pues la Segunda Guerra Mundial entronizó la guerra moderna, la más salvaje, la que traslada el campo de batalla a la población civil.

Los caminos nuevos los abren aquellas personas como Amanda Gorman, que en el texto que recitó en la ceremonia de toma de posesión de Joe Biden

Al leer esa noticia pensé cómo había sido posible este cambio. Japón consideraba que el tema de la ocupación había quedado zanjado en el tratado de 1965, así nos lo explicaron nuestros colegas japoneses. El objetivo era minimizar sus crímenes de guerra. Invisibles y escondidas seguían hasta que el auge de los movimientos feministas en una Corea del Sur ya mucho más próspera hizo que se comenzara a hablar del asunto. Tras la guerra, muchas ‘ianfu’ se sentían sucias y avergonzadas, como si las culpables fueran ellas. La suerte de estas mujeres fue atroz durante y después de su cautiverio. De tal manera que a principios de los años noventa comenzó un goteo imparable de denuncias de víctimas de aquella esclavitud sexual. Tristemente una de ellas, la coreana Kim Bok-Dong (1926-2019), ha fallecido sin lograr que los libros escolares japoneses dejen de edulcorar la historia. Entonces como ahora hay personas en Japón que niegan la dimensión del problema y aseguran que la mayoría de las ‘ianfu’ aceptaron ser reclutadas a cambio de una paga.

Fue un testimonio sobre la luz y la esperanza en el futuro que llegan para las olvidadas

La ‘guerra mundial a trozos’, así es como denomina el Papa Francisco a los actuales conflictos en la que estamos y en que la violación se sigue utilizando como un arma más de la guerra y del dominio. Así lo denunció la congoleña Caddy Adzuba, en la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014: "En mi país hay una guerra que se ha librado sobre el cuerpo de la mujer".

Antonio Machado empezaba su poema: ‘Caminante, son tus huellas el camino, y nada más, caminante no hay camino, se hace camino al andar…’. Los caminos nuevos los abren aquellas personas como Amanda Gorman que en el texto que recitó el 20 de enero, en los primeros minutos del mandato de Joe Biden, fue un testimonio sobre la luz y la esperanza en el futuro que llegan para las olvidadas. Para gente como ella, flaca chica negra y descendiente de esclavos, pero que tienen fuerza, se rebelan y luchan por una ampliación de sus derechos como mujeres, como personas.

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