Después del gran esfuerzo realizado para obtener varias vacunas contra la covid en menos de un año, la UE supo estar a la altura acordando una compra centralizada para los 27. Pero, a poco más de un mes del inicio del proceso, ya se ha tenido que enfrentar a la escasez de inyectables por los injustificados retrasos en las entregas por parte de las farmacéuticas. Además, Bruselas hizo los contratos tarde y mal. Ahora empieza a paliarse el problema porque AstraZeneca ha cedido parcialmente a las presiones de la UE y Pfizer anuncia que entregará 75 millones de viales adicionales en el segundo trimestre. No obstante, Europa tendrá que hacer mucho más. Es prioritario lograr en verano la ansiada inmunidad de grupo y, de paso, que la Unión salga fortalecida del desafío de la pandemia.

Los fabricantes de las tres vacunas ya autorizadas en Europa (Pfizer/Biontech, Moderna y AstraZeneca) han tenido problemas de producción que han retrasado sus suministros e incluso hay sospechas de que han podido vender algunas partidas a un mejor postor. Estos incumplimientos han generado abundantes críticas a la Comisión Europea, que se juega su credibilidad como gran actor internacional en la pugna geoestratégica por los viales. Bruselas debe asegurar el aprovisionamiento en fecha y hora utilizando, si hace falta, plantas de producción de otras farmacéuticas en territorio europeo. Están en juego muchas vidas humanas.

El fiasco de la gestión comunitaria se hace particularmente grave en países como España, que adolece de una planificación para todo el territorio nacional. Por ello, la UE debe actuar con diligencia. A las empresas hay que exigirles que cumplan lo pactado. A Bruselas hay que reclamarle que actúe con mucha mayor diligencia y transparencia. El objetivo es evitar mayores daños no solo sanitarios y económicos sino también reputacionales.