Por
  • Alicia Asín

Ventanas racionales

Para prevención de la covid-19, se recomienda comprobar con un medidor de CO2 que no se superan las 700 ppm en el aula
'Ventanas racionales'.
Francisco Jiménez

Cuando surgen hechos inesperados de gran magnitud se alteran por completo nuestros esquemas de prioridades. En ocasiones estas situaciones nos sirven para reflexionar sobre lo que de verdad importa, pero en otras nos obligan a elegir entre urgencia e importancia. En el caso de esta pandemia nadie pone en duda que lo primero sea salvar vidas, pero sin olvidar que los efectos del cambio climático –ya desterrado de los telediarios– pueden tener un impacto mucho mayor en el largo plazo.

Tras relacionarse los niveles de CO2 en interiores con la transmisión de la covid el resultado ha sido la ventilación continua en aulas y oficinas. Con la llegada del invierno, las fotos de escolares recibiendo clase envueltos en mantas no han tardado en inundar las redes, pero sorprendentemente las referencias al desperdicio producido por mantener las calefacciones al máximo en esas condiciones escasean más, a pesar de la considerable subida de precio de la energía.

La tecnología no debe ser el producto final de las necesarias inversiones en I+D+i, sino que debe usarse para mejorar la vida de la sociedad. Medir los niveles de CO2 en interiores para racionalizar la ventilación es algo más que asequible técnica y económicamente. Más allá del ahorro energético dichos datos podrían utilizarse para gestionar dinámicamente el control de aforos y estudiar su impacto en las restricciones que afectan a los castigados sectores de la hostelería, espectáculos y comercio. Porque muchas veces las cosas que no están primeras en nuestra lista de prioridades también son importantes.

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