Mi dulce mochila

Cesta de Navidad elaborada por el Grupo El Portal, con una cuidada selección de productos.
'Mi dulce mochila'
ARÁNZAZU NAVARRO

Yo triunfé en Madrid hace años, cuando paseé por la calle con una paleta de jamón que me habían regalado en una fiesta de Navidad de una cadena de televisión. Días después la traje a Casetas para disfrutarla en familia y en el viaje tuve que aguantar no menos de dos bromas: un taxista me preguntó si era guitarrista y el conductor del Alsa me dijo que no sabía que en ese viaje le iban a dar de merendar. Son comentarios a los que respondo con una media sonrisa y un "sí, sí" que no sé qué significa. Lo que sí recuerdo es que para mí una paleta de cebo ibérica no podía ir en Metro ni en el maletero de un autobús, que un poco más y le saco un billete para llevarla sentada a mi lado y con el cinturón puesto.

Son aprendizajes que uno incorpora; ciertamente útiles cuando trabajas en un periódico como el mío, donde todas las Navidades te llevas una cesta a casa. No es que lleve una paleta de jamón, aunque sí un sobrecito de ibérico y varios embutidos de ese apellido que guardo en casa para ir tomándolos a lo largo del año. No me pasa así con los dulces, que los cargo en una mochila hasta arriba y los traigo a tierra maña, donde servidor y la familia les damos buena cuenta, a excepción de la torta de chocolate crujiente, que le corresponde a mi hermana por derecho firmado casi ante notario. El caso es que algún año, abriendo la mochila en el tren para sacar mi tablet o los cascos, el compañero de asiento ha visto la que llevaba ahí montada y les juro que he visto cómo le sangraba el labio de morderlo para no hacerme una broma, que tenía yo ya el "sí, sí" y la sonrisa medio armada. No ha sido así esta vez, cuando he vuelto con la mochila hasta arriba de turrones, polvorones, chocolates, duquesitas de no sé qué, mantecados… y en el AVE solo he visto personas discretas que tenían ganas en silencio de llegar a casa.

La verdad es que me pegué el viaje pensando en quién se iba a comer esa bacanal de grasas, azúcares e hidratos, teniendo en cuenta que por responsabilidad hemos planificado unas Navidades sin familiares ajenos a nosotros cuatro. Así que miraba la mochila, que iba como tripuda y cabizbaja, y a la que no se me ocurrió ninguna frase con la que animarla. El 2021, pensé, tiene que ser el año donde la alegría y la memoria ocupen más que el consuelo.

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