No cabe duda alguna de que la presencialidad en los centros escolares es garantía de una mejor prestación docente. Alumnos y profesores mantienen con la interacción personal unas claves de comunicación que optimizan el aprendizaje mientras sostienen uno de los fundamentos de la actividad escolar: la socialización de los alumnos gracias a la dinámica desplegada en las clases. Se pueden entender los límites fijados a la presencia física por culpa de la covid-19, pero recuperar la normalidad en todo lo posible actuará en beneficio directo de la comunidad educativa.

El deseo expresado por el Gobierno de Aragón de recuperar "en las próximas semanas" la presencialidad por parte de todos los alumnos de la ESO, bachillerato y FP, aparte de un signo que indica una progresiva vuelta a la normalidad, abunda a la mejora del rendimiento escolar. Durante estos meses en los que se ha venido aplicando un estricto protocolo que ha dividido la jornada de los alumnos, evitando en algunos niveles su normal concurrencia en los centros escolares, se ha sufrido un lógica pérdida del ritmo docente que ha actuado como un mal menor frente a la protección prioritaria de la salud. La búsqueda de la presencialidad plena, además de un alivio para las familias y para la necesaria conciliación, aporta una defensa de la exigencia curricular y docente, imprescindibles para mantener un tono de mejora y de crecimiento académico. El esfuerzo desplegado por docentes y alumnos –hay que destacar la disciplina que han mostrado los más pequeños– ha confirmado el intenso y acertado trabajo desplegado en los colegios, un hecho que refleja un compromiso compartido. Con este posible cambio se hace ahora imprescindible que las medidas de control sanitario se continúen garantizando mientras se asume que la presencialidad no es sinónimo de superación de la enfermedad.