Director de HERALDO DE ARAGÓN

Repartir la culpa

El plan de Navidad limita las cenas a seis personas
'Repartir la culpa'
Luis Tejido

La decisión más técnica y quizá también la que requería de una mayor carga de liderazgo y valentía se ha tomado previendo la respuesta emocional de los españoles. Como resumen se puede asegurar que tras las normas dictadas por el Ministerio de Sanidad habrá Navidad en familia porque conceder al imaginario colectivo nacional la sentencia de que el Gobierno arruinaba la Nochebuena era una losa electoral de difícil reversión. Un riesgo político de alto voltaje que contradictoriamente cotiza al alza frente a la amenaza de una nueva ola de la enfermedad –sería la cuarta en Aragón– y que hace descansar el control de la covid-19 en la responsabilidad personal; una obtusa combinación de suerte y cuidado individual que durante meses se ha confirmado escasamente fiable. Ni tuya ni mía sino de los ciudadanos. Así se repartirán las responsabilidades entre los distintos gobiernos en el caso de un nuevo colapso de las ucis. La culpa será de todos nosotros, compartida, y de nuestra supuesta imprudencia, porque desde Sanidad ya se habrá advertido que lo preferible era quedarse en casa.

Asumir la impopularidad de ciertas decisiones, en especial de las relacionadas con la pandemia de la covid-19, requiere de liderazgo político

No resulta sencillo limitar parcialmente la movilidad de todo un país o incidir en que el riesgo siempre será menor si se juntan seis comensales en lugar de diez –Lambán ha tildado de error la inclusión del término "allegado" y Andalucía será más restrictiva–, pero la acción de gobierno consiste, precisamente, en asumir desde el liderazgo y la empatía la impopularidad de los mensajes más incómodos.

A lo largo de este año se han escuchado demasiados discursos –algunos citando a Kennedy y pretendiendo la épica al señalar que no debíamos preguntarnos qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país–, aunque pocos han logrado evitar la compartida sensación de orfandad de una población desorientada que primero debió atender a un so para más tarde a un arre. Mensajes lanzados desde las administraciones reclamando a los ciudadanos la entrega generosa de toda su confianza en la actuación del Gobierno, el mismo que se descubrió sorprendido por la pandemia y que ahora apela a la responsabilidad individual para superar las fiestas navideñas. El debate sobre las actuaciones individuales, el cumplimiento de las directrices colectivas y la inhibición de las administraciones en la asunción de las responsabilidades no puede fijarse sobre un reparto a partes iguales, en especial cuando se ha pedido a los ciudadanos que crean a pies juntillas en la solvencia técnica de quien gobierna. La sociedad española ha demostrado una intensa madurez y prudencia y llega a la Navidad entre agotada y esperanzada, pero también molesta por lo que ha sido una entrega de confianza no correspondida. Se pensó que las medidas serían siempre más científicas que políticas o que, en su defecto, se buscaría el mal menor, y llegados a este punto se está descubriendo un intenso temor que busca socializar los errores.

Lo que desde luego no resulta oportuno es que quien gobierna traslade toda la responsabilidad a los ciudadanos

Las decisiones adoptadas para abordar la Navidad no frenarán la pandemia; eso sí, permitirán las comidas familiares, pero difícilmente nos librarán de la aparición de otra oleada. Conviene que aceptemos esta evidencia –la encuesta de A+M que hoy publica HERALDO señala que el 88,5 por ciento de los consultados está a favor de que se mantengan las restricciones– y que pese al descenso en el número de casos de los últimos días seamos conscientes de lo frágil que se muestra la situación sanitaria.

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