Días para pasear la ciudad desnuda

Cierre de comercios y bares a las 20.00 por las restricciones en Aragón
La hostelería solo ha podido atender en terrazas y con toque de queda nocturno
Oliver Duch

En el primer confinamiento, el de primavera, algunos quedaron encantados con su hogar, del que forzosamente pudieron tomar conciencia entonces: resulta que lo habían disfrutado entre esas paredes y con los suyos. Otros salieron de aquellas semanas de reclusión casera, en cambio, con el firme propósito de reformas: encargando muebles y reparaciones, buscando otro piso, planteándose irse a vivir a un pueblo… o poniendo en marcha un proceso de divorcio.

Ahora empezamos a dejar atrás un segundo y también largo encierro, en el que los límites de exploración se han extendido hasta los del municipio de residencia, e igualmente ha habido ocasión de reconocer el terreno, físico y emocional, y sacar conclusiones. En Zaragoza, donde, con el suavísimo otoño de los días pasados, las zonas naturales (verdes es mucho decir) se han disfrutado como nunca, han sido muchos asimismo, claro, los paseantes en la ciudad consolidada. Con algo de sensibilidad social o simplemente estética, la experiencia les habrá podido resultar reveladora, triste según adonde les hayan llevado sus pasos.

No había restaurantes y bares en cuyo interior buscar refugio o aturdirse, ni apenas actividad cultural, o entretenimientos de otro tipo como los deportivos; la ciudad estaba desnuda, exhibiendo sus vergüenzas abiertamente, y estas siguen siendo las mismas de las últimas décadas. En otras capitales españolas andan ya revisando las grandes transformaciones que, fundamentalmente vía peatonalización y recuperación del patrimonio, las dejaron listas para revista a comienzos de siglo. Aquí, aun con la Exposición Internacional mediante (que sí que recuperó las riberas) y a pesar de la mucha alternancia habida en los despachos consistoriales desde ese 2008, se mantienen pendientes actuaciones básicas. En los barrios, sí, pero también en el Casco Histórico salpicado todavía por solares vacíos y edificios sin uso y, sobre todo, por indigeribles bolsas de marginación.

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