Madrid
Hay fenómenos meteorológicos, ya sean tormentas, inundaciones, nevadas u olas de frío, que, pese a ser similares a otras, tienen más importancia por el lugar en el que se producen. Lo mismo sucede con los accidentes o con los atascos de tráfico. Pasa también con actos culturales o eventos artísticos que, sin ser de mayor calidad, reciben atención destacada en virtud de la ubicación donde se celebran. Y es frecuente que manifestaciones de significación universal, como el 8 de marzo, el 1 de mayo o la llegada de Papá Noel, reciban un tratamiento destacado por el espacio en que transcurren, independientemente del número, la calidad o la novedad de la cita. Se da el caso, incluso, de que festividades locales de escaso interés, o pequeños actos de alcance municipal, sean amplificadas por medios de difusión nacional como si afectaran al conjunto de la ciudadanía del país. Y todo esto, que podría suceder en muchos lugares a la vez, sucede en un solo sitio: Madrid.
El espectador de la periferia contempla entre la indiferencia y el desconcierto esta avalancha de crónicas locales elevadas a la categoría de información nacional. Los medios de comunicación, especialmente las televisiones, contribuyen por economía de medios a la producción de estos contenidos que apagan hasta aplastarlo lo que sucede más allá de la capital. Lo entendí todo cuando escuché a la presidenta de la comunidad autónoma madrileña afirmar que "Madrid es España dentro de España". ¿Para qué hace falta más?