España, como país que destaca especialmente en el sector servicios, tendrá más dificultades para recuperarse económicamente que otros socios europeos. Las restricciones impuestas para contener la expansión del coronavirus afectan de lleno a ámbitos como la hostelería o el turismo, en los que contamos con excelentes empresas y profesionales, con pérdidas aún muy lejos de ser contabilizadas. La luz al final del túnel que vislumbramos con los avances en las investigaciones de las vacunas apenas alumbran las expectativas de negocios cuyos dueños no saben cuánto tiempo más serán capaces de soportar en las condiciones actuales. Los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) han ayudado a contener la sangría, pero aún no sabemos cuántos de los afectados por ellos se irán finalmente a la calle porque las empresas en las que trabajan se verán obligadas a bajar la persiana para siempre.

El sector industrial, en cambio, aguanta mucho mejor. Sufrió al principio de la pandemia, con paros totales y la posterior adaptación a nuevas formas de trabajar para proteger mejor a los empleados y evitar que resultaran contagiados, pero su recuperación ha sido un hecho. Las empresas cuyas actividades son consideradas esenciales, entre ellas las de la industria agroalimentaria, no solo han salido fortalecidas, sino que se han convertido en parte de la solución a la pandemia.

Lo dijo la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, en la entrevista publicada ayer en este diario. Se refería a la colaboración de fábricas en la producción de herramientas para los sanitarios (con mascarillas y otros equipos de protección individual e incluso con respiradores), pero también a lo mucho que el sector industrial puede contribuir en la recuperación de la economía.

Maroto estuvo hace una semana en Zaragoza presidiendo la Mesa de la Automoción, en el marco de la cual se anunció que 10.000 millones de euros de los fondos europeos ‘Next Generation EU’ que recibirá España, el 14% del total, irán destinados a la industria del automóvil. En la citada entrevista, la ministra apuntó que esa extraordinaria cantidad de dinero permitirá «acelerar transformaciones que sin este recurso hubiesen tardado una década», en referencia a, por ejemplo, la preparación de nuestras fábricas para un escenario en el que la electromovilidad será protagonista. Es ahí donde se incluiría un proyecto para transformar la factoría de PSA en Zaragoza de 220 millones de euros, como anunció en su comparecencia ante los medios con Maroto el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán. Un proyecto que, según apuntó, permitirá a la planta ensamblar vehículos eléctricos de mayor tamaño (en la actualidad solo produce el e-Corsa).

Y es ahí donde, precisamente, quiere poner el foco la Comisión Europea al impulsar el reparto de millones de euros acordado para ayudar a los países de la UE a superar la crisis económica causada por la covid-19. Más inversión (y no austeridad, como ocurrió en la crisis anterior) pero de un modo selectivo, primando aquellas actividades que ayuden a transformar el sistema productivo apostando por acciones que ayuden a reducir la emisión de CO2 y que apuesten por la economía circular.

En un foro europeo sobre industria y emprendimiento celebrado en abril de 2014 en Zaragoza, el entonces vicepresidente de la Comisión Europea, Antonio Tajani, proclamó que tras superar la debacle económica iniciada años atrás había «llegado la hora de las políticas de crecimiento y empleo en Europa». El político italiano destacó la importancia de apostar por la industria para trabajar en esa dirección y anunció, como ocurre ahora, la adjudicación de ayudas de la UE para respaldar esas políticas. Entonces habló de los 36.000 euros que corresponderían a España.