Por
  • Julio José Ordovás

Dandis barriobajeros

Concierto de C. Tangana en el Espacio Zity durante las Fiestas del Pilar de Zaragoza
'Dandis barriobajeros'
HA

Me cae bien C. Tangana. Es un macarra vestido con chándal de Gucci como Umbral era un quinqui vestido de Pierre Cardin. Para triunfar en España uno tiene que hacerse un traje a medida y dedicarse a vender su personaje de feria en feria. Y así como Umbral se vendía a sí mismo en los quioscos, Tangana se vende en internet.

Cuando yo tenía veinte años y compraba ‘El Mundo’ todos los días no era para leer los reportajes sobre el GAL que publicaba Pedro J. sino para disfrutar sin complejos de ‘Los placeres y los días’. Igual que cada domingo compro ‘La Vanguardia’ para zamparme las ‘terrazas’ de Joan de Sagarra.

Umbral imitó a Ruano como Sagarra copió al gran articulista francés Bernard Frank. Castilla del Pino veía a Ruano en El Teide, el café madrileño al que el autor de ‘Mi medio siglo se confiesa a medias’ iba por las mañanas a escribir sus artículos, y dijo que tenía aspecto de dandi barriobajero. También Umbral y Tangana son dandis barriobajeros. Dandis barriobajeros y falócratas, más listos que el hambre y con pocos escrúpulos. Las buenas personas nunca llegan a nada, decía Umbral, que aprendió a trepar en la cucaña viendo cómo actuaba su maestro Cela. Don Camilo, cuando se afeitó aquella barba hípster que tenía en los 50 y colgó sus botas de vagabundo, se vistió con un traje de banquero y no paró de chanchullar hasta que se enfundó el frac del Nobel.

Tangana es uno de los personajes del momento, como lo fue Ramoncín en los 70/80, pero Tangana no tiene un Umbral que le escriba. Los columnistas de ahora solo atienden a las astracanadas del Congreso. Tangana define la época que vivimos mejor que cualquier personajillo del ruedo político. Las americanas de Rufián, la barba de Abascal y el moño de Iglesias están más desfasados que una camiseta de Los Suaves. Lo que mola es el chándal de Tangana y las uñas de gel de Rosalía. Solo espero que a Tangana no le dé, como a Kanye West, por meterse a político cuando se aburra de los escenarios y el cuerpo le pida emociones más fuertes. 

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