Por
  • Alfredo Casares

Periodismo de esperanza frente al miedo

Afecta a los diarios más importantes de la isla, Granma y Juventud Rebolde y a otros cuatro medios estatales.
'Periodismo de esperanza frente al miedo'
Pixabay

Los ciudadanos tienen derecho a recibir una visión completa, equilibrada y fiel del mundo, que incluya la descripción de los problemas y sus consecuencias pero también un relato riguroso de las iniciativas en marcha para tratar de solucionarlos. El periodismo puede investigar para encontrarlas, verificar sus resultados y extraer aprendizajes valiosos que inspiren a otras personas, alumbrar vínculos entre ellas y favorecer la escucha paciente y la conversación social. Este es el propósito del periodismo constructivo.

No es una cuestión de optimismo ingenuo. Los llamados ‘posibilistas serios’, como Hans Rosling o Steven Pinker, ilustran con datos que nunca ha habido en el mundo menos pobreza, hambre o analfabetismo que en la actualidad, aunque los periodistas hagamos pensar a los ciudadanos lo contrario. Achacan a los medios una inclinación por el drama y el conflicto, y nos reprochan que asumamos que lo extraordinario sea necesariamente lo negativo. Al mismo tiempo, estudios en varios países muestran que los ciudadanos desean que contemos lo que funciona bien en la sociedad y valoran las propuestas periodísticas que incluyen las soluciones a los desafíos de futuro.

Para evitar que el miedo domine los comportamientos sociales, debemos fijarnos en las informaciones esperanzadoras

Esto cobra especial relevancia hoy, cuando no es sencillo desafiar la vigorosa corriente informativa ni eludir el clima social de incertidumbre y desesperanza. Desde marzo, los periodistas nos hemos visto desbordados por una pandemia que en ocasiones hemos traducido en una avalancha de cifras de personas fallecidas y contagiadas, una suerte de tablero deportivo enlutado que actualizamos con nuevos dígitos. También hemos encontrado el sosiego para asumir otras perspectivas y fijarnos en las redes de solidaridad ciudadana, la cooperación entre empresas o los aprendizajes de cómo se gestionaba la pandemia en otros lugares. Deberíamos ver estas historias no como destellos útiles para colorear un relato siniestro, sino como comportamientos sociales que merecen ser contados y emulados.

El liderazgo del periodismo se hace pues más necesario y el equilibrio en el relato, también. Porque precisamente ahora aumenta el riesgo de que nos venza la sospecha de que las cosas van a empeorar, nos invada el discurso del miedo y nos gobierne la desconfianza. "El miedo atrofia la solidaridad, anquilosa la capacidad de tomar la iniciativa y de actuar con sentido político", advierte la filósofa holandesa Joke J. Hermsen. "Sembrar miedo es una empresa muy peligrosa".

En España, los partidos políticos se unieron en marzo fugazmente frente a un enemigo común y en unas semanas se arrojaron de nuevo a sus profundas trincheras, en un escenario agresivo, feroz, que presenciamos estos días. Los periodistas llevamos años siendo altavoces de estos comportamientos en tiempo real y el mensajero ha acabado por pagar un alto precio: solo el 42% de los españoles confía en los medios que consume habitualmente, un porcentaje que ha disminuido seis puntos en un año, y un 33% reconoce que evita las noticias con cierta frecuencia, cuando hace tres años solo lo hacía el 16%. Esto supone una amenaza no solo para el sector periodístico, sino para nuestra democracia. No podemos dejar el debate público en manos de quienes están más cómodos en el fango de la negatividad, las mentiras y las posiciones extremas, viscerales.

No se trata de sembrar un optimismo ingenuo, sino de equilibrar nuestra visión de la realidad para ser capaces de construir un futuro mejor

Ante el miedo paralizante y depresor necesitamos esperanza. Y no me refiero a una esperanza sedante que edulcore la realidad, sino a una esperanza apoyada en datos, que muestre y aliente un cambio posible. Es preciso que convivan con similar protagonismo dos formas complementarias de mirar la realidad y de contar el mundo: una más enfocada a denunciar abusos, buscar culpables y corregir situaciones injustas, y otra más dedicada a explorar con rigor iniciativas esperanzadoras que plantean soluciones de futuro, a darles la visibilidad que merecen y a ayudar a los ciudadanos a involucrarse en la acción social.

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