Por
  • Mariano Sanagustín Sanz

El final para los regadíos pendientes

Un campo de alfalfa en la provincia de Huesca
'El final de para los regadíos pendientes'
HA

Hasta el pasado 30 de octubre la CHE ha tenido en información pública el documento denominado de temas importantes que constituirá la base del nuevo Plan Hidrológico de cuenca 2021-2027.

En el tema ‘sostenibilidad del regadío’ se prevé, en materia de nuevos regadíos y como alternativa más aconsejable, la transformación de 30.000 ha preferentemente en zonas de interés general: canal de Navarra, canal de Segarra-Garrigues, Monegros II y Bardenas, -amén de otros sociales o de menor entidad-; transformaciones condicionadas a su viabilidad, acuerdo con el escenario de cambio climático, menor afección posible al estado de las aguas y en el contexto del desarrollo rural.

Centrándonos en las zonas de interés general y en lo correspondiente a Aragón, tendrían que poder incluirse todos los sectores pendientes que puedan realmente ejecutarse o iniciar su ejecución, en el periodo 2021-27. El propósito: alcanzar un final ‘posibilista’ -es decir factible en un plazo razonable- de unos planes inconclusos que datan del siglo pasado, tienen infraestructuras básicas realizadas y cuyos flecos han sido, tan repetida como inútilmente, recogidos en distintas planificaciones.

Se atisbaría así el cierre (prácticamente) de un modelo de expansión del regadío, desarrollado sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, basado en la ejecución de grandes embalses y canales y en la creación de pequeñas explotaciones agrarias; en un proceso de colonización que afectó a extensos territorios de Aragón y en el que la Administración tenía toda la iniciativa y adelantaba, en principio, toda su financiación. Para ello se elaboraron grandes planes que, con el paso del tiempo, hubo que ir adecuando a las modernas técnicas de riego y a las nuevas exigencias medioambientales. Lo que motivó, además de acusados recortes de superficies, importantes parones y retrasos en su ejecución, interrumpiéndose de nuevo en 2008 con la crisis económica.

En 2017 la DGA cambió la manera de hacer, pasando a ser los futuros regantes los principales promotores y, de entrada, financiadores de las obras a realizar.

De un somero análisis, se deduce que el referido modelo de colonización -con la entrega de toda una generación-, resultó útil para una economía de subsistencia y autarquía, pero tuvo que ir adaptándose a una agricultura cada vez más técnica, exigente en capital y competitiva. Las explotaciones de regadío, todas en general, fueron requiriendo mayor tamaño e intensificación de producciones, lo que motivó una gran reestructuración del propio sector y ya en los últimos veinte años, un intenso proceso de modernización, con sistemas de riego y tecnologías de última generación muy extendidos.

Fruto de todo ello, el regadío en Aragón se presenta ahora altamente tecnificado, aportador de unos 2/3 de la producción agraria y base fundamental del importante complejo agroalimentario; apuntando también por otra parte, problemáticas como la contaminación difusa, el consumo de energía, etc. El regadío sigue siendo un factor de actividad económica y de fijación de población, mas para ello conviene el desarrollo de actividades complementarias que aporten más valor añadido así como buenos servicios e infraestructuras rurales.

En el contexto descrito y en el marco del nuevo Plan Hidrológico, concluirían pues en pleno siglo XXI unos regadíos concebidos en el XX en condiciones radicalmente distintas. Su adecuación a la realidad actual pasa: 1) por superar y adaptarse a rigurosas declaraciones de impacto ambiental, 2) por proyectarse haciendo uso de herramientas informáticas que optimizan la gestión del agua, las redes de distribución y las necesidades energéticas, y 3) por nacer integrados en comunidades de regantes con gran experiencia en la gobernanza del agua.

Además, su calificación de interés general junto al gasto público que requieren, han de conllevar un objetivo social prioritario: la consolidación de explotaciones de dimensión económica suficiente para ser competitivas y viables, de esas que la ley denomina prioritarias.

En resumen, se trata de unos regadíos con condiciones de sostenibilidad técnica, medioambiental y socioeconómica. Unos regadíos que pueden y deben ser sostenibles. 

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