Cuando crecía en la Venezuela de los años setenta, Leopoldo López creía que las dictaduras pertenecían al mundo de la fotografía en blanco y negro. Hoy, el líder opositor ha recuperado la libertad en España, su refugio tras escapar del régimen de Maduro, por el que fue condenado a catorce años de prisión en un juicio farsa con 140 testigos en su contra y ni uno en su favor, un proceso condenado por las organizaciones de derechos humanos. En este tiempo ha aprendido que «hay dictaduras en color», en las que el adoctrinamiento y la persecución circulan entre las imágenes de las redes sociales. De López llaman la atención su serenidad; la falta de rencor con la que habla de su reclusión en una prisión de dos por dos metros, «con un candado como un ladrillo», en la que, dice, aprendió lo que es la libertad; su reconocimiento de los errores, algunos de bulto, cometidos por la oposición al régimen de Maduro y, sobre todo, su empeño en que haya elecciones libres en Venezuela. Ayer habló de libertades en Madrid, en un encuentro auspiciado por WAN-IFRA, la asociación mundial de editores que preside el aragonés Fernando de Yarza, empeñado en la causa de la libertad de prensa, con los corresponsales de ‘The Times’, ‘Le Figaro’, ‘La Stampa’, ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’ y ‘Jornal de Notícias’. López y De Yarza coincidieron en que sin libertad de prensa no hay democracia. «En 20 años, resumió López, hemos ido perdiendo uno a uno todos los derechos. Y no son algo aislado. Cuando cae una libertad, caen todas». Sabe bien de qué habla.