Por
  • Javier Sebastián

Raros

Nueve de cada diez calcetines para bebés de 0 a 4 años contienen restos de bisfenol A, según un estudio.
'Raros'.
Pixabay

Me hablaron de uno que le escribe correos electrónicos a un muerto. Quizás sea una nueva versión del género epistolar. ¿Y si un día le contesta? Se ve que, aunque no tiene muchas esperanzas, eso es precisamente lo que quiere. Un correo electrónico recibido desde el más allá. Sostiene que si alguien puede hacerlo, es ese muerto. Era un neurótico de la comunicación digital.

El caso es que mucha gente está empezando a hacer cosas raras. Conozco a uno al que le ha dado por acumular calcetines. Como lo del papel higiénico cuando empezó la pandemia. Pues igual. Los tiene de hilo de Escocia y pikis, negros y de fantasía, de esos adornados con paellas bordadas o con las caras de los Beatles. Preferí no preguntarle por qué lo hacía cuando me lo contó. Tengo noticia de otro que también hace cosas raras. Le ha dado por hablar muchísimo. En eso coincide con uno de los personajes de mi próxima novela, al que unos laboratorios militares le administran benzilato de 3-quinuclidinilo, un estimulante para no cansarse en el combate. Así que la rareza me parece más disculpable. Aunque solo sea porque, al llevar conviviendo una temporada con ese personaje, entiendo sus razones.

Me miro de reojo y me pregunto: ¿Y tú? ¿Tú también te estás volviendo un raro? Ojalá encuentren esa vacuna contra el coronavirus, antes de que sea demasiado tarde.

Al menos, Trump se va a su casa. Eso ya es un alivio. Porque para raro, para zumbao, él. Y sin necesidad de ningún coronavirus. Venía así.

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