Las políticas y los políticos

Opinión
'Las políticas y los políticos'
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Nuestros estados de ánimo van cambiando. Perplejidad y miedo en la primavera; alivio e incluso euforia en el verano y ahora frustración y desánimo. A nuestro desconcierto se suma la sensación de sentirnos huérfanos, rodeados de amenazas y sin encontrar una respuesta. Nos sentimos cansados de escuchar día tras día unos datos que aumentan nuestra perplejidad. Me preocupa, cada vez más, que el coronavirus no sólo nos enferme y nos puede llevar a morir sino que está empezando a debilitar nuestro sistema político, económico y social. Los sondeos son preocupantes pues nos muestran la pérdida de confianza de la ciudadanía en la política como herramienta para resolver sus problemas. Hoy quiero escribir de dos políticos que me han emocionado por su lucidez, honestidad y calidad humana.

A los 85 años, el expresidente de Uruguay Pepe Mujica deja la política activa. Y no porque quiera: "Me voy porque me echa la pandemia. Estoy amenazado por doble circunstancia: por vejez y por padecer una enfermedad inmunológica crónica". Y añade: "Ser senador significa hablar con gente y estar en todos lados. El partido no se juega en los despachos". Es evidente que los ciudadanos sólo se interesarán por la política si la política se interesa por ellos. Para él el objetivo de la política "es luchar por la felicidad de las personas". Esta afirmación me hizo recordar cómo para los ilustrados del siglo XVIII sólo mediante el progreso material era posible conseguir el bienestar y la felicidad. Y éste era el resultado de aplicar razón y conocimiento. Pero fue justamente el uso de la razón el que puso al descubierto la injusticia y los grandes errores de la sociedad de la época. Hoy para la democracia, ayer para lograr la felicidad, es corrosiva la desigualdad y la diferencia de oportunidades. Añade Mujica: "El odio es fuego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye. Tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: el odio termina ‘estupidizando’, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas". Recordemos cómo el odio nace de la envidia, la humillación y el resentimiento. Nosotros ahora estamos viviendo en nuestro país un victimismo que suele ser el prólogo del resentimiento. Terminó su intervención en el Senado diciendo a los jóvenes: "Triunfar en la vida no es ganar; triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae".

Junto con él se retiró Julio María Sanguinetti, primer presidente de Uruguay tras doce años de dictadura. Dos adversarios políticos que acordaron retirarse de forma conjunta. En su discurso hizo una defensa de la importancia de los partidos políticos en la vida democrática pues estos son los que: "Encauzan, orientan, vertebran, articulan, y eso es fundamental sobre todo en estos tiempos en que las burbujas publicitarias y la magia de las redes pueden entronizar (...) a figuras que no representan valores y que no dan la seguridad institucional de los países".

Al leerlo pensé inmediatamente en Donald Trump que, una vez que los norteamericanos han votado, no puede cuestionar la legitimidad del resultado electoral. Saber perder y saber ganar es aceptar las reglas de la democracia liberal. Y terminó su intervención en el Senado: "El concepto de representación política hoy está en crisis. El ciudadano hace un Facebook y cree que con eso es partícipe de un diálogo universal y tiene la falsa sensación de ello. Y más que nunca entonces nos tenemos que aferrar a las ideas".

Toda una lección democrática y un ejemplo al hacerlo juntos, dos de las mayores figuras políticas de Uruguay. Hoy necesitamos políticos que tengan ese modelo de ser y hacer política y ejemplos como éste, en un mundo cada vez más polarizado.

Soy de las personas que piensan que nos encontramos en el contexto adecuado para exigir un ejercicio comprometido de renovación moral de la política, que podría evitar el desencanto que estamos viviendo, cuyo peligro es la contaminación de todo nuestro sistema democrático. Hemos de pensar que la buena política debe ser la solución a esta crisis global. Si no lo hacemos, la demagogia y el resurgimiento del Estado-nación, en el sentido más excluyente del término, terminarán venciendo como expresó el papa Francisco al presidente Sánchez en su última visita al Vaticano.

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