La derrota de la mala educación

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump is reflected as he departs after speaking about the 2020 U.S. presidential election results in the Brady Press Briefing Room at the White House in Washington, U.S., November 5, 2020. REUTERS/Carlos Barria/File Photo [[[REUTERS VOCENTO]]] USA-ELECTION/PARDON
Donald Trump.
Carlos Barria / Reuters

La derrota de Trump -que cabe dar por segura, aunque tarde todavía algún tiempo, entre recursos y recuentos, en recibir el sello ‘oficial’- es una buena noticia. Y para celebrarla no hace falta ser ni simpatizante de Biden ni un ferviente ‘progresista’ ni, mucho menos, seguidor de alguna de las facciones radicales que pululan en torno al Partido Demócrata estadounidense. Es buena noticia porque supone la derrota de un extremismo virulento y peligroso. Pero, sobre todo, porque significa algo mucho más importante que el fracaso de una determinada línea política más o menos desacertada: la derrota de Trump comporta la derrota de la mala educación. Y eso es algo que se puede recibir con júbilo y alivio desde cualquier punto del espectro político.

Cierto es que la presencia de un personaje tan prepotente, vocinglero y atrabiliario en el despacho con más palancas de poder del mundo ha contribuido a deteriorar la democracia en Estados Unidos y más allá. Pero con ser eso grave no es su peor pecado. Porque la presidencia de Trump ha sido un ataque directo contra algo aún más importante que la democracia y sin lo cual la mera convivencia en paz en el interior de una nación es imposible: la civilidad, el respeto a los demás, el acatamiento de las normas, la urbanidad; en fin, lo que siempre han sido y serán las buenas maneras de conducirse en sociedad. 

Ahora, el triunfo del sosísimo Joseph Biden abre una oportunidad para la buena educación. Celebrémoslo, porque sin un mínimo de cortesía y de respeto la política civilizada es imposible.

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