Por
  • Juanma Fernández

Fibra, móvil y terror

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'Fibra, móvil y terror'.
HA

Me llaman de Vizcaya; es un número desconocido. Lo cojo y me cuelgan. A la media hora me llaman desde otro teléfono similar, esta vez desde Asturias. Vuelvo a cogerlo, me vuelven a colgar. Yo cuando recibo una llamada desconocida siempre digo: "La tarjeta del Hormiguero", por si es Pablo Motos con un fajo de billetes. Pero nada. Coincidió además que era viernes 30 de octubre y estaba yo ambientado en Halloween, por lo que a la tercera llamada la cosa empezó a ponerse en plan película de suspense ibérica. Claro que no sé a qué asesino en serie le gustaría cargarse a un tío que piensa que le está llamando Pablo Motos. Total, que como las llamadas no venían de un sorteo ni de un ‘thriller’, me puse a buscar en ‘el interné’ qué podían ser esos teléfonos y, de repente, encontré varias webs donde otros afectados avisaban de que eran números de publicidad basura. En concreto de una compañía telefónica de las que te ponen fibra, teléfono fijo y móvil por un precio que casi siempre es igual al de la competencia.

Les escribí por Twitter pidiéndoles clemencia; con tanto ‘llamacuelga’, me estaba poniendo nostálgico de mis años jóvenes, cuando teníamos móvil pero no Whatsapp: culmen histórico de la felicidad soportable. Además no entendía ese acoso con las llamadas si luego siempre me acababan colgando, con lo necesitado que está uno de calor humano con esto del teletrabajo y las distancias interpersonales. Yo ya estaba soñando con que me dijeran, no sé, que ese precio era solo para los tres primeros meses o que la cuota de línea va aparte. Clamaba por una decepción antes que por un silencio; pero no siempre se puede elegir.

Al rato me pidieron mi teléfono y me dijeron que no me volverían a llamar. Y tenían razón hasta dos horas después, que volvieron a llamarme; también volvieron a hacerlo dos veces más a media tarde y, como guinda, una última a las diez de la noche. Después, entiendo, se fueron de puente y me dejaron entre penumbras, dudando de qué estrategia de venta era esa y de quién ha servido tan barata la privacidad de los ciudadanos. Al punto de que vender signifique acoso y sean ellos quienes decidan en qué momento llamarte o dejar de hacerlo de una forma tan oscura que cuando el teléfono ya no suena, sientes que han hecho algo bueno por ti.

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