Director de HERALDO DE ARAGÓN

Ohio ya no es Ohio

Opinión
'Ohio ya no es Ohio'
Krisis'20

Las presidenciales en Estados Unidos han servido para confirmar que el ‘trumpismo’ aún goza de muy buena salud y que el Estado de Ohio ya no podrá ser empleado como referencia electoral. Dos ideas estrechamente vinculadas que expresan lo enraizado de un mensaje populista que supo burlar la predicción de las encuestas para resistir con fiereza a la que se presuponía como gran marea demócrata. Ganando en Ohio, Trump ha fulminado una capacidad predictiva inalterada desde John F. Kennedy, confirmando que las referencias también quedan arrinconadas. Un mensaje y una herencia de tierra quemada que nacieron de un clima de descontento sensible a la viralidad y que todavía hoy mira hacia un mundo globalizado que en lo doméstico quizá nos obligue a corregir títulos de libros de sociología política que en su momento fueron tan oportunos como ‘Aragón es nuestro Ohio’.

El ‘trumpismo’ goza de una excelente salud

Las sociedades están agitadas, ajetreadas, no hay la menor duda de ello, y las evidencias nos devuelven a Ortega y Gasset y ‘La rebelión de las masas’, donde la individualidad se muestra perdida en beneficio de una mirada en exceso uniforme alimentada por los populismos. Un rumbo político que ha volteado lo esperado y que paradójicamente apuesta, ante un mundo cada vez más complicado, por soluciones sencillas, incluso simplonas, sostenidas en la creencia de que lo fácil anula la incomodidad de los matices. Un modo de actuación que ignora o desprecia los liderazgos tradicionales y que en correspondencia exige a los gobiernos velocidad en la solución de problemas altamente complejos como la covid-19. Es la eterna insatisfacción, amparada en las ilusiones imaginadas que, a pesar de todo, aún no ha derivado en desesperanza colectiva.

Los meses de pandemia han mostrado la carencia de reflejos de los gobernantes, sus muchos errores y las dramáticas consecuencias de sus dudas para la salud y la economía. Un triste panorama que podría haber causado una profunda fractura social, pero que solo ha confirmado una naturaleza cívica y paciente de la ciudadanía. Las algaradas y protestas callejeras tras la fijación del toque de queda han quedado reducidas a algo menor y estos manifestantes ilegales, procedentes de ambos extremos ideológicos y con un perfil antisistema, no han tenido capacidad de contagio.

El respaldo electoral recibido confirma una robustez que sorprende en Europa

La respuesta que se ha dado como sociedad, al margen de actitudes individuales irresponsables, es de una profunda madurez. Confinar a todo un país sin apenas incidentes o recortar nuestras vidas en horarios, rutinas y movimientos bajo la exigencia de un sinfín de anuncios cambiantes solo habla de una extendida responsabilidad. La fatiga epidémica o el simple hartazgo reflejan un deseo de mantener la actividad y el empleo, no de derrocar a ningún gobierno ni de terminar con el sistema. Puede que, como explican Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga en su entretenido libro ‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’, nuestra naturaleza prosocial y gregaria esté actuando como resorte y garantía de muchas de las respuestas que ofrecemos o que, quizá y sencillamente, cada vez seamos más mansos. "Como somos más mansos, seleccionamos para la reproducción a los que son más mansos todavía. Como seleccionamos para la reproducción a los que son más mansos todavía, cada vez somos más mansos, y así sucesivamente", explica el codirector de Atapuerca. Es preferible pensar que esta mansedumbre social no es más que responsabilidad y conciencia colectiva, aunque los riesgos de una utilización política del estado de alarma o de las medidas de control sobre la movilidad aprovechando esa prudencia compartida son más que ciertos. Hay una amenaza real que no solo se descubre en personajes histriónicos como Trump y que nos afecta cuando se reduce la exigencia política y se concede espacio a los comportamientos populistas o antidemocráticos. Pensar que las noticias falsas se eliminan con la constitución de un organismo gubernamental o que eludir al Parlamento implica agilidad es, sencillamente, otra ‘fake news’.

y que permite a Donald Trump instalarse en la mentira sin reparar en el descrédito que causa a la democracia estadounidense

No hay duda de que Ohio ya no volverá a ser el Ohio sobre el que leímos, pero ante esta zozobra debemos sostener la condición aristotélica de la política, la que se observa a sí misma como una herramienta de convivencia. Esta es la responsabilidad de Joe Biden y de todos aquellos que gobiernan nuestras sociedades. Rescatar del escepticismo a millones de ciudadanos y recuperar un mensaje de confianza en los valores que nos han llevado hacia las mayores cotas de libertad y crecimiento es la tarea más importante del próximo decenio.

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