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  • Luisa Miñana

Héroes

Aplausos a los sanitarios desde los balcones por el coronavirus /2020-05-17/ Foto: Jorge Escudero [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
Aplausos a los sanitarios desde los balcones por el coronavirus.
Jorge Escudero / HERALDO

Necesitamos héroes. El doctor José Eugenio Guerrero Sanz, jefe de la UCI del Hospital Gregorio Marañón, afirmaba en su intervención, al recibir, en nombre de los sanitarios de nuestro país, el Premio Princesa de Asturias, el pasado día 15 de octubre, que ellos no eran héroes, que durante el primer embate de la pandemia «hicimos nuestro trabajo lo mejor que supimos y pudimos, conscientes de que compartíamos un destino común con toda la sociedad y que en la lucha contra el virus no era posible esperar milagros, solo valían el trabajo, la dedicación y el esfuerzo, más allá de cualquier límite». No son héroes los sanitarios, afirmaba el doctor Guerrero, pero si nos atenemos a su testimonio de lo vivido por ellos y a las definiciones objetivas en el Diccionario de la Real Academia Española, que entiende al héroe como una persona que realiza una acción abnegada en beneficio de otros, y de María Moliner, que apuntó en el suyo que héroe es la persona que ha realizado una hazaña admirable para la que se requiere mucho valor, sí que fueron héroes, y siguen siendo héroes.

Como afirma Geert Lovink (‘Tristes por diseño. Las redes sociales como ideología’), «la nuestra es una era profundamente no heroica, no mitológica, simplemente chata», «nuestro tiempo está marcado por las micropreocupaciones del frágil yo». En una época de geografía e interacciones absolutamente globales, asistimos a la vez a un acortamiento y una desagregación progresivos de las aspiraciones e intereses individuales y de los colectivos identitarios, que apenas pueden ni quieren coincidir o empatizar entre ellos, acusando una falta de esperanza común. Como también indica Lovink, la falta de perspectiva, el «limitado entendimiento restringe nuestra habilidad para encuadrar el problema». La pandemia ha puesto, si cabe, más de manifiesto esta quiebra profunda de nuestra creencia en lo social, en ese horizonte común y compartido del que hablaba el doctor Guerrero, y en consecuencia nuestra incapacidad para afrontar retos costosos a largo plazo, como suelen ser las empresas colectivas de cualquier tipo, y como son ahora, por ejemplo, el cambio climático o esta pandemia.

Esta vez los bárbaros invasores no serán, como creen y vociferan algunos conciudadanos proclives al racismo o al fascismo, nuestros congéneres migrantes, doblemente víctimas por el contrario. Quizás esta vez, en nuestra superaldea global, los bárbaros que vengan a poner al descubierto nuestras vergüenzas como sociedad sean el coronavirus y sus posibles sucesores, taimadas entidades que se sirven para su propagación de la misma debilidad que este capitalismo de las redes sociales que nos envuelve: un ruido inconsistente y cruzado bajo el que ni los individuos ni los grupúsculos autoalimentados se reconocen entre ellos ni alcanzan a hilvanar una mínima reflexión sobre sí mismos, sobre el futuro de los suyos, sobre una esperanza común para la civilización. Y lo más grave es que la mayoría parece estar bien bajo este enjambre de zumbidos, bajo esta apoteosis de mediocridad sin héroes. Es lo que tiene el ruido: todo lo llena. Mientras, el virus, como antaño y siempre el fascismo, sólo tiene un objetivo: multiplicarse sin límite y vencer al huésped. Mientras, los discursos sociales, desde el de los políticos hasta los más anecdóticos de ciertos ‘influencers’ de Instagram, pasando por los medios de comunicación, apuntan cada cual a su patio de vecinos. Resulta imposible establecer una estrategia de victoria, cuando no existen ni siquiera comandos de guerrilla. Es la consecuencia de decenas de años de derrumbe del pensamiento y la reflexión, que siempre deben ser previos a la acción.

Así que sí, necesitamos héroes, héroes valientes, responsables y generosos. Tras afirmar en su discurso que los sanitarios no habían sido héroes, y describir el esfuerzo realizado en los primeros meses de la pandemia, el doctor Guerrero se daba cuenta del valor de dicho esfuerzo y de alguna manera se autocorregía y decía que tal vez sí, que en aquella primera primavera de la pandemia todos y cada uno fuimos, o al menos nos sentimos, héroes. Quizás porque entonces no pensábamos que, como a Hércules, nos quedaban muchos trabajos por delante.

Luisa Miñana es narradora y poeta

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