La moción de censura presentada por Vox, que ha perdido con 52 votos a favor y 298 en contra, da lugar a modificaciones relevantes en el escenario político español. Por un lado, Pablo Casado aísla a Santiago Abascal y su partido, subrayando la vocación del PP como la alternativa de centro-derecha. Por otro, el rechazo del Partido Popular a la moción, junto a una oleada de duras críticas y la censura de la Unión Europea, ha impulsado al presidente del Gobierno a retirar su reforma del Consejo General del Poder Judicial para tratar de reconducir la negociación con los populares. A los dos partidos de Estado que hay en España les corresponde ahora aprovechar esta ocasión para pactar las políticas que el país necesita en este momento tan complicado. 

La moción de censura no ha servido para tumbar un gobierno o para presentar un programa alternativo, pero Casado la ha aprovechado para aislar a la extrema derecha, marcar un hito en su trayectoria política, y consolidarse como cabeza del primer partido de la oposición. No obstante, el líder del PP tendrá que mantener abiertos algunos puentes, pues depende de los escaños de Vox para conservar las presidencias de varias comunidades autonómicas (Madrid, Andalucía y Murcia) y ayuntamientos.

Pedro Sánchez ha recogido el guante de la moderación y, presionado por los propios jueces y la UE, ha ofrecido acordar la renovación del gobierno de los jueces. El PP mantiene la exigencia de que Podemos no participe en la negociación. En este contexto, el inquilino de la Moncloa tiene que encontrar las vías del acuerdo porque la separación de poderes es un principio básico de las democracias liberales. El nuevo clima político que surge tras el discurso más relevante pronunciado por Casado hasta ahora debe ser alimentado por el Gobierno, que no puede eludir su responsabilidad.