¿Peregrina idea?
Es tiempo de ser audaz, de ofrecerse para desenmarañar el lío, de mojarse… y de arriesgar. Vayamos a ello. Y doy ya por bien encajadas las críticas de criticones.
Mis hijos van al instituto en plan deshojamiento de margarita: una semana, lunes, miércoles y viernes; otra semana, martes y jueves. ¿Y los días sin clase, docencia no presencial? Pues, no. Resta que te resta, esto me aboca a una fácil conclusión: las autoridades educativas han decidido (por fas o por nefas) que a los chicos les vale con la mitad del programa de lengua, de biología, de historia, de mates… ¿de formación del espíritu nacional? Triste y absurdo: no se les va a dar pescado (¡se quedarán con hambre!) pero tampoco se les va a enseñar a pescar (¡no hay tiempo ni de desplegar la caña!). A no muy largo plazo, pagaremos este dislate. ¡¿Ah… y a pasar de curso con 1.000 suspensos?!
Me arremango: propongo y, por desgracia, no dispongo. Mi solución: olvidarnos de este año en su aspecto académico-administrativo. ¡No se pasa de curso! Y (día arriba, día abajo) nos dedicamos a educar a los alumnos con métodos menos papagayísticos y más reflexivos: ¡que aprendan a pensar y no a ser aprobados! ¿Que ‘perderían’ un año? No, lo ganarían (bueno, medio… por aquello de las clases-margarita). Seguir así es encauzarlos al fracaso académico, formativo y vital. Mil veces mejor pararse para coger buen impulso que llegar a la meta arrastrado y por favor… ¡o no llegar!
Como diría el loco: (medio) pan para hoy, mañanas de ibuprofeno.