Por
  • Juan Antonio Falcón Blasco

Ahora es el momento

Una bandera europea ondea ante la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
'Ahora es el momento'.
Patrick Seeger / Efe

Hablar de un liderazgo de Occidente treinta años después del fin de la Guerra Fría ya no es creíble, porque una China cada vez más nacionalista va camino de reemplazarlo. Sin embargo, no es la rivalidad con China lo que debilita a Occidente. Su caída ha sido acelerada por acontecimientos internos desencadenados a ambos lados del Atlántico. Aunque no exclusivamente, tienen especial protagonismo el referéndum del ‘brexit’ en el Reino Unido y la elección del presidente norteamericano Donald Trump. Tales acontecimientos implican el renacer de una obsesión por una soberanía nacional estrecha de miras y sin futuro.

Fueron los líderes de Estados Unidos y del Reino Unido los que crearon el orden de posguerra y sus principales instituciones, desde la ONU y el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (precursor de la Organización Mundial de Comercio) hasta el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Si Occidente, como idea y como bloque político (baluarte de la democracia y de los derechos humanos), ha de sobrevivir, algo tendrá que cambiar. Estados Unidos y la Unión Europea (UE) serán más débiles aislados que como un bloque solidario. No obstante, los europeos ahora no tienen otra opción que transformar la UE en un actor de poder genuino y por derecho propio. Una grieta profunda se ha abierto entre los europeos continentales, que deben aferrarse a la construcción occidental tradicional, y los anglosajones, cada vez más nacionalistas.

En el futuro, más allá de quién sea el presidente, Estados Unidos tendrá que lidiar con una Europa más preocupada por su propia soberanía, particularmente en cuestiones tecnológicas, de defensa y de política industrial. Las entrañables interdependencias de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Fría son cosa del pasado. Será necesario reformular la relación. Europa tendrá que hacer mucho más para salvaguardar sus intereses, y Estados Unidos haría bien en entender que los intereses de Europa pueden ser diferentes de los suyos.

El orden unipolar, eurocéntrico y basado en reglas ha sido sustituido por un cuadrilátero de caos que comprende China, Rusia, Turquía y la América de Trump. Europa tendrá que abandonar la noción de que la geopolítica es un ámbito de alianzas e instituciones permanentes. Para defender sus valores e intereses la UE tendrá que asumir una mayor responsabilidad en la seguridad regional, combinando disuasión y diálogo con Rusia y Turquía.

En el futuro inmediato, la Unión Europea tendrá que asumir mayores responsabilidades en la protección de sus propios intereses y en la seguridad regional.

Ahora es el momento de que Europa retome un rumbo lúcido y seguro. Es ineludible que los líderes de la UE reconozcan la necesidad de involucrar activamente a los ciudadanos en la construcción europea. Los líderes han promocionado durante mucho tiempo un concepto vacío de ciudadanía europea, enfatizando los derechos y olvidando las responsabilidades y cargas compartidas.

La pandemia de la covid-19 podría ayudar aquí, no solo al resaltar cuán entrelazados están nuestros destinos, sino también a reconsiderar la forma de estar en el mundo. A esto contribuirá, en un sentido o en otro, una correcta aplicación del Plan de Recuperación para Europa.

El orden mundial basado en reglas, derivado de la alianza occidental, está en crisis.

Ursula von der Leyen planteó la idea de una Conferencia sobre el Futuro de Europa, una plataforma para involucrar a los ciudadanos en un amplio debate sobre lo que la UE debería ser y cómo lograrlo (listas transnacionales al Parlamento Europeo, un Tesoro comunitario, política económica y fiscal común, etc.). Pero la iniciativa se ha retrasado debido a la pandemia del coronavirus, aunque se espera retomarla este otoño. De otro lado, el Consejo Europeo ya ha rechazado la posibilidad de cualquier cambio en los Tratados de la Unión derivado de la Conferencia. Los gobiernos nacionales no quieren evoluciones reales y desean seguir como intermediarios con Bruselas.

Es hora de salir del círculo vicioso que mantiene la culminación del edificio paneuropeo paralizada. Unos europeos dependen de los otros, y no podemos esperar a la siguiente crisis para avanzar en este proyecto que se llama Europa.

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