Las muy importantes terrazas

Las terrazas, en expansión desde la ley antitabaco de 2006, son otra vez importantísimas como ‘zona franca’ donde no se aplican algunas normas, donde tomarse un respiro de tantas limitaciones que ha traído el coronavirus y poder encontrarse con otros. En Zaragoza, e igualmente en las demás ciudades y pueblos de Aragón, en algunos de los cuales eran algo extraño, se han multiplicado en los últimos meses; cambian el paisaje cotidiano, están dulcificándolo, dándole vida, y así seguirá siendo, aun cuando pronto lleguen los fríos. Un bien que hay que proteger… Aunque, como se ha permitido a bares y restaurantes sacar más y más mesas, en algunos puntos, sobre todo en la capital, se están comiendo aceras y plazas. Surge el conflicto porque, además, la excepcionalidad de una situación de pandemia con la que se justificó su extensión va para largo, es la ‘nueva normalidad’. Y las calles son también, por ejemplo, para los juegos de los niños. O para que los mayores estiren las piernas. El espacio público, muy agredido por todo tipo de trastos que sirven de soporte publicitario, hasta en las zonas más nobles de la ciudad, no puede encoger mucho más.

En las terrazas, claro, hay negocio. O mucho del poco negocio que queda en la hostelería acogotada por las medidas contra la covid-19. Esto se comprueba también, por otra parte, con lo sucedido este verano cuando salieron a concurso en Zaragoza las concesiones de varias municipales y se hicieron con ellas empresas que nunca antes habían estado interesadas, imponiéndose a quienes las gestionaban hasta ahora, unos autónomos de economías más modestas que poco pudieron hacer para competir. Así han acabado proyectos muy personales, con alma y hasta con programación cultural (adiós, Terraluna), y la ciudad se ha apagado un poco más.