Sánchez, autorretratista

Pedro Sánchez recibe el aplauso de la bancada socialista tras comparecer en el Senado para informar sobre la evolución y gestión de la pandemia.
Pedro Sánchez recibe el aplauso de la bancada socialista.
F. Villar/Efe

Hay ya unos cuantos autorretratos del presidente del Gobierno. Persiste en su propia definición, aunque no al modo de Durero, Rembrandt o Goya, que se pasaron la vida describiéndose con su arte prodigioso. Sánchez se autorretrata a cada paso, con la voluntad contraria: parecer otro cada vez. No le importa mostrar rostros distintos porque sabe tres cosas que privan de valor a la coherencia moral y programática: una, que nada en política vale más que la tenencia del Boletín Oficial del Estado; dos, que sus más adictos –militantes de su partido– le apoyarán frente a cualquier riesgo de perder esa posesión, pues hay demasiadas biografías y salarios en juego; y, en fin, que el electorado se fija en otras cosas que no tienen nada que ver, en lenguaje de Max Weber, con ninguna ética, sea de la convicción o de la responsabilidad. "La ética de la convicción no equivale a falta de responsabilidad, ni la ética de la responsabilidad es falta de convicción (...) No se puede prescribir a nadie si ha de obrar según la una o la otra, o cuándo según una y cuándo según la otra". En general, existe consenso en que el profesor y sociólogo alemán daba por sentado que había de obrarse de acuerdo con alguna de las dos, según circunstancias y, en todo caso, a partir de bases morales o deontológicas. Es difícil elegir cuál de sus autorretratos lo refleja mejor, pero fácil captar su rasgo común: de Weber se le da una higa.

Con éxito fuera de lo común y sin rivales que lo amenacen, reina en un Congreso de geometría variable donde él mismo es el arquetipo de la variabilidad y la mudanza.

Puestos a elegir entre la docena disponible de autorretratos, tres son reveladores. El primero, de 2012, inolvidable (pero que se olvida), son sus "Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público (2000-2012)", filfa de insufrible banalidad, que le valió un doctorado ful. Contiene asertos (confesiones involuntarias, más bien) tan inverosímiles como que tal conclusión "no se basa en resultados concluyentes". (Si una conclusión no es concluyente, ¿qué será?).

El segundo, más reciente (2019), es famoso: "Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por las noches" si Pablo Iglesias estuviera en el gabinete.

El tercero, de ahora mismo, lo muestra desnudo en su estado de indigencia táctica. Un etarra, trasladado a suelo vasco, de nombre González Sola se ahorcó en su celda, con un cordón. Otegi lo llama ‘preso político’, pero es lo cierto que fue detenido en 2005 por tener armas, material para explosivos y un montón de DNI falsos. Había reñido últimamente con su pareja, la etarra Garaizar San Martín, condenada a diez años por planear la muerte de Manuel Fraga. Sánchez, en un pleno parlamentario (Senado, 9 de septiembre), lamentó ‘profundamente’ su muerte. Tanto a quienes no lamentamos la decisión del suicida como a quienes sí, la pincelada dominante de este autorretrato del Dr. Sánchez es su intencionado ‘profundamente’, indecente genuflexión ante quien no merece sentires tan comprensivos.

TF3, quelle honte!

Al ver ese bien calculado exceso sanchista sentí la misma indignación que cuando, avisado por un dedicado grupo internacional de profesores que procuran defender a España en el extranjero –donde también hay gente amiga–, supe de un documental transmitido por la televisión pública francesa FR3. El sujeto que lo promovió (un notorio zascandil del neoperiodismo en Francia) eligió como título un lema tan etarra que era el nombre de la banda , traducido al francés, ‘Pays Basque et liberté’, ‘Euskadi ta askatasuna’: ETA. Toda una asunción de tesis, desde el minuto cero de la filmación. Le dieron amparo France TV, un canal patrocinado por el Senado francés y el centro de imagen de Nueva Aquitania. Oficiales los tres. La manipulación se basa en dos procedimientos: el primero, buscar testigos favorables a ETA y a la versión nacionalista del separatismo (incluidos etarras y el indefectible Anasagasti); el segundo dar una información parcial que permita llegar a conclusiones predeterminadas.

Nadie puntualiza lo obligado: que si ETA fue una respuesta a la dictadura, debió cesar cuando, muerto Franco, la amnistía de 1977 benefició a TODOS los etarras presos. Nadie recuerda que la guerra civil lo fue también, y aguda, en tierra vasca, y no de ‘vascos contra españoles’. Nadie menciona el ‘santuario’ francés, tutelado por Giscard y Miterrand, que dieron a los terroristas estatus de refugiados, mientras los gobiernos españoles luchaban a la vez contra el terrorismo y el golpismo ultra (lo que facilitó el desdichado nacimiento del GAL; y las condenas de cárcel, que se omiten, de gentes de mucha relevancia, desde ministros hasta un general de la Guardia Civil).

Sánchez se viene autorretratando como doctor
a medias, insomne a ratos y elegiaco profundo.

Con escasos recursos, Barbara Loyer (francesa), Maite Pagazaurtundúa, Martín Alonso y F. Javier Merino, del Foro de Profesores, han dado a esa maniobra una exhaustiva respuesta de 73 folios. El embajador Yturriaga logró que, al menos, se retirase de internet el documental ya emitido. Poco es. Y no consta que nadie en el Gobierno de Sánchez, doctor a medias, insomne a ratos y elegiaco profundo, haya dispuesto acciones para la restauración inequívoca de la versión adecuada, de esa que el separatismo, su asociado, logra acallar.

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