Las vacunas han sido la medida preventiva que más enfermedades ha evitado. La atención hospitalaria al parto ha salvado infinidad de vidas de mujeres y recién nacidos en todo el mundo. Los antibióticos han logrado curar multitud de enfermedades y cambiar el curso evolutivo de otras, al mejorar el pronóstico, como la tuberculosis o la fibrosis quística. Estos son solo algunos de los grandes hitos realizados en el campo de la salud que han contribuido a mejorar la calidad de vida de millones de personas. Parece que es necesario recordarlos para contrarrestar los movimientos que cuestionan medidas cuya seguridad y eficacia son incuestionables. Por el contrario, el rechazo a vacunar o ‘el parto en casa’, son algunas de las conductas llevadas a cabo por los defensores de lo ‘natural’ que han supuesto muertes, todas ellas evitables, producidas simplemente por la creencia de que lo ‘natural’ es mejor. La pandemia del coronavirus vuelve a plantear debates sobre la salud inaceptables, por sustentarse en argumentos falsos, y peligrosos porque ponen en riesgo la salud no solo de sus defensores sino de toda la población. Uno de ellos es la reciente controversia sobre las mascarillas. El rechazo a llevarla o asociar su uso con la limitación de las libertades es no entender algo tan obvio como es su efecto preventivo en aquellas situaciones en que el agente causal de enfermedad se transmite por el aire que respiramos.

Sí, puede ser poco natural respirar a través de una mascarilla, pero es que en el ámbito de la salud lo ‘natural’ no es mejor y además puede ser muy peligroso.