El inminente comienzo del curso escolar en España coincide con un imparable aumento del número de contagios y fallecimientos por la covid-19. Las clases presenciales son necesarias, entre otras razones para no agravar la brecha digital entre las familias más y menos favorecidas, pero hay que seguir adaptándolas con el objetivo de que sean seguras para el profesorado, los niños y sus familias. Es imprescindible, pues, que las autoridades sean muy flexibles y rápidas para adaptar los protocolos de actuación en la escuela a los cambios de circunstancias epidemiológicas.

En un momento en el que el avance del virus vuelve a descontrolarse y se ponen sobre la mesa actuaciones más restrictivas, con el final del periodo vacacional y la apertura de los colegios a la vuelta de la esquina, resulta obvio que es necesario aumentar de forma drástica la detección y rastreo de casos de coronavirus como estrategia principal. Es necesario evitar en el futuro próximo la reinstauración de medidas de mayor calado como las del pasado mes de marzo. Además, hay que tener muy claro que, sin reapertura segura de escuelas, no hay reactivación económica.

Es previsible que suba la tasa de trasmisión del virus cuando se reabran los centros educativos. Eso en sí mismo no es una razón para no abrir sus puertas, sino para hacerlo con todas las medidas de precaución necesarias, con rastreo de contactos y planes de contingencia, con flexibilidad y rapidez en las reacciones. Por delante de las normas de seguridad impuestas en las aulas, la clave sigue siendo la búsqueda exhaustiva de casos y el rastreo de sus interacciones sociales. Solo así se pueden aislar los casos diagnosticados y sus contactos, lo que, a su vez, facilitará la contención inmediata de eventuales focos locales, evitando mayores afectaciones a la educación, a la economía y, en general, a toda la vida de la sociedad.