Por
  • Juan José Carrascón Concellón

Don Diablo se ha escapado

El cantante Miguel Bosé ha sido notorio últimamente por sus declaraciones sobre la pandemia.
El cantante Miguel Bosé ha sido notorio últimamente por sus declaraciones sobre la pandemia.
Manuel Bruque / Efe

La Tierra es plana, existe el Chupacabras, nunca hemos pisado la Luna, Hitler vive todavía en un cuerpo clonado y el virus de la covid-19 es un bulo. Con estas afirmaciones, el ser humano consigue dar cierto halo misterioso a nuestra monótona y realista vida. Teorías conspiratorias aparte, más o menos divertidas, y visto lo que ha ocurrido con las manifestaciones antimascarilla, me he dado cuenta de que el 95% de la humanidad podría estar equivocada y vivir en un completo engaño. Incluso he llegado a pensar que nuestras vidas podrían ser parte de un sueño, o que vivamos en una realidad orquestada por máquinas inteligentes que nos han atrapado para vivir de nuestra energía sináptica.

A lo mejor, el colectivo antimascarilla tiene razón y detrás de esta pandemia una mano oculta ha insuflado el virus para que se propague una plaga que confine a los seres humanos a una vida de ostracismo y manipulación. ¿Dónde están James Bond o Anacleto cuando se les necesita?

Llegados a este extremo, como jurista, quiero analizar el principal argumento de esta nueva corriente filosófica. «El virus no es un asesino», dicen sus promotores. Alegan que los gobiernos de este mundo mundial han insuflado miedo en la ciudadanía en base a una falacia. La frase tiene sustancia y debe ser examinada en primer lugar desde el derecho. La acción de matar a otra persona describe el delito de homicidio. No obstante, en el caso de ser utilizados determinados medios para ejecutar la acción de matar (alevosía, precio, promesa o recompensa o ensañamiento), estaríamos ante un delito de asesinato.

A voz de pronto, y haciendo un simple ejercicio de defensa, el SARS-CoV2 no es un asesino, puesto que no se contemplan en su actuación dichas circunstancias. Por lo tanto, primer error, no es un asesino, es un presunto homicida. Siguiendo el análisis, el sujeto activo del delito puede serlo cualquier persona, pero nuestro Código Penal no recoge que lo sea un virus, por tanto, atendiendo al principio de tipicidad, tenemos que descartar que esta frase tenga algún sentido. A la vista de lo expuesto, igual los instigadores de la reunión antimascarilla querían decir que la covid-19 no mata. De ser así, desde el derecho no cabe ya análisis alguno, salvo la posible concurrencia de la eximente de trastorno mental transitorio.

Intentando descubrir el sentido de la frase, igual lo que quiere decirnos es que la covid-19 no existe en absoluto, o existe, pero no con la gravedad que las autoridades le confieren, y por tanto no están muriendo personas. Respecto a tal afirmación, me gustaría que los que afirman este aspecto entren en un hospital y, con la mascarilla puesta, sean capaces de mantener dicho argumento ante nuestros médicos y enfermeras.

Seguidamente, les rogaría que transmitieran estos pensamientos tan felices y llenos de empatía a los familiares que han perdido a sus seres queridos a causa de esta pandemia y ni siquiera han podido hacer un entierro como es debido. Como colofón a este pedimento, sería interesante que también tengan el valor necesario de decírselo a todos aquellos que padecen secuelas por haber contraído la enfermedad. Lógicamente, y por imperativo ético y moral, deberían hacerlo mirando a los ojos de todas estas personas.

Finalizando, una crítica, de nuevo, a la Administración. Es intolerable que no se prohibiese esta manifestación. ¿En qué cabeza cabe que un colectivo que propugna no llevar mascarilla vaya a respetar el resto de las medidas, como, por ejemplo, la distancia social? Ante situaciones dantescas como esta, debemos hacer equilibrar la balanza entre obligaciones, derechos y libertades. Imperando el sentido común, sabemos que debe primar el derecho a la vida y la salud de los colectivos de riesgo. Deberíamos recordar que el derecho a expresarse libremente no implica apologías que pongan en grave riesgo a determinados sectores de la sociedad. 

Y para aquellos adalides de semejante corriente ideológica, me siento obligado a recordar la letra de una canción muy famosa: «Don diablo se ha escapado. Tú no sabes la que ha armado. Ten cuidado, yo lo digo por si...».

Juan José Carrascón Concellón es profesor del grado en Derecho #de la Universidad San Jorge

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