Por
  • Jorge Sanz Barajas

El palo sin zanahoria

Se extrema la vigilancia en Las Delicias ante los rebrotes de coronavirus.
Se extrema la vigilancia en Las Delicias ante los rebrotes de coronavirus.
Guillermo Mestre

El profe Perplejo observa preocupado el brote en Delicias. Siempre es noticiable el parque y el botellón. Nadie hablará de las viviendas superpobladas, en condiciones de precariedad, donde malviven varias familias en pisos minúsculos, donde los hermanos mayores habrán regresado de la campaña de la fruta, donde los adultos se duchan primero si han de ir a trabajar y los menores, cuando puedan. Hay poco que hacer en casa. Tras meses sin cole, el aburrimiento en casa del pobre es casi tan malo como el hambre. De noche, litrona y parque. Hasta marzo tenían alternativa de ocio en el barrio (deporte, música, baile…) pero ahora ya saben que el Ayuntamiento de Zaragoza ha clausurado hasta diciembre (y dios quiera que no piensen en un cierre definitivo) los Programas de Integración de Espacios Escolares (PIEE) y las Casas de Juventud, precisamente esos lugares donde podrían encontrar un ocio alternativo y seguro.

Mañana acudirán a su casa un policía, un mediador intercultural y un trabajador social. Le dirán a su hermana mayor o a su padre que no puede salir. Está bien, pero es insuficiente: quizá tenga contrato y pueda seguir cobrando, pero hay muchas mujeres en Delicias que trabajan en precario (en barrios acomodados). Para ellas, quedarse en casa supone quedarse sin salario, sin ocio para los chavales, sin salida. En un barrio empobrecido, el estigma y la culpa son siempre las espoletas del descontrol. El palo, sin zanahoria, siempre ha sido la peor de las malas soluciones.

Jorge Sanz Barajas es profesor

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