La vigencia del pacto constitucional

Pedro Sánchez durante su rueda de prensa en la Moncloa.
Pedro Sánchez durante su rueda de prensa en la Moncloa.
Chema Moya / Efe

"Hay que poner más cuidado en un final feliz que en una aplaudida entrada", escribió Gracián, en una frase cuyos ecos resuenan en el alejamiento temporal de España del rey Juan Carlos para que Felipe VI desempeñe sus funciones «con sosiego». Al monarca emérito le resultaba cada vez más difícil que quedaran desligadas las zonas de sombra de su biografía de las luminosas como figura clave de la Transición, que dotó de dimensiones simbólicas la figura del jefe del Estado, y consolidó una larga etapa de progreso. Por eso es relevante que haya dejado claro que está a disposición de un eventual requerimiento de la Justicia.

El nuevo paso de Juan Carlos I -tras su abdicación en 2014- se produce en medio de una profunda crisis, no solo sanitaria y económica. Una minoría parlamentaria -el independentismo y Podemos- promueve acabar con el pacto constitucional que sostiene nuestra arquitectura institucional desde hace más de cuatro décadas. Pedro Sánchez se desmarcó ayer de sus socios de gobierno. Pero antes se ha movido en la ambigüedad y a veces ha dado la impresión de querer opacar al jefe del Estado. A diferencia de otras monarquías, la de la España democrática se consolidó porque nació de un masivo acuerdo entre españoles que se ha demostrado beneficioso. Entre otras cosas, porque simboliza la unidad de España plural y la convivencia en un régimen de amplias libertades. Al jefe del Estado, Felipe VI, deberían dejarle trabajar con sosiego todos lo que tienen la responsabilidad de que España avance.

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