Por
  • Alberto Díaz Rueda

Flores de verano

Campo de amapolas en flor masiva en un campo de cereal de Plasencia del Monte.
'Flores de verano'.
EDUARDO VIñUALES

Me escribe un amigo, alcalde de un pequeño pueblo de la Serranía granadina, muy emocionado tras haber leído un artículo mío publicado en HERALDO, ‘Un enemigo del pueblo’, y reproducido en mi blog, que él suele leer a menudo con esa fidelidad enternecedora de los amigos de ley. "Me siento identificado –me dice– con ese pobre médico que es condenado por todo su pueblo, supuestos amigos y enemigos recientes, hasta su propio hermano, porque se atreve a denunciar que el balneario del pueblo tiene las aguas envenenadas y ello debe suponer el cierre inmediato del establecimiento, aunque esté a punto de comenzar la temporada de verano que supone una inyección económica vital para el pueblo".

El hombre está un poco deprimido y ve cómo sus ilusiones de arreglos y cambios de mejora en su pueblo se van difuminando poco a poco, ahogado por la falta de fondos, la escasez de apoyos y la incomprensión y desinterés de algunos de sus vecinos. El verano, a pesar de la covid y todo lo que ha supuesto la pandemia, ha propiciado la llegada indiscriminada de familias que tienen en el pueblo su segunda residencia, algunas residentes recientes en el pueblo y otras, familiares de personas nacidas en el pueblo, con casa ‘solariega y blasonada’ –como cantaba el gran poeta León Felipe– desde generaciones atrás. Además de las que alquilan apartamentos rurales por semanas, meses o temporadas. Y aquí se ha producido el "principiose del acabose", en frase de la Mafalda de Quino.

La equilibrada gestión del confinamiento y la desescalada ha propiciado que el pueblo se mantuviera limpio de virus, a pesar de la relativa cercanía de la capital y pueblos grandes en los alrededores. Pero la llegada de la canícula y el relajamiento de las medidas sanitarias han supuesto un quebradero de cabeza para mi amigo. Desde los que pasean por las calles del pueblo sin mascarilla, en grupos bien apelotonados y llenando los bares de la localidad, a los que han protestado con virulencia por la decisión municipal de no abrir las piscinas este verano como medida preventiva.

Los más vehementes, apoyados a la chita callando, es decir, en secreto, por algunas personas censadas en el pueblo, han mandado emails y whatsapp a mi amigo poniéndolo como hoja de perejil (es decir, diciéndole de todo, menos bonito) y asegurando que hay que respetar sus derechos, ya que pagan el IBI y las tasas municipales por mantener sus segundas residencias allí. "Sin nosotros –le han dicho– este pueblo se hundiría". Mi amigo ha intentado razonar: eso que ustedes pagan no nos saca de pobres, ya que el grueso de nuestros fondos proviene del Estado, la Comunidad y la Comarca. Y estos fondos dependen matemáticamente del número de personas censadas del pueblo. "Por tanto –les ha dicho– la manera más eficaz de ayudar al pueblo es empadronándose aquí. Así aumentamos nuestro número de habitantes y con ello los fondos oficiales".

Como era de esperar esos argumentos no han convencido a ninguno de los que no desean ser convencidos. Así que mi amigo debe soportar las críticas solapadas tras sonrisas burlonas, las referencias personales con ese aire de cachondeo que es tan propio del genio andaluz y, lo que es peor, que muchas de esas personas –no todas, gracias sean dadas a la Fortuna– siguen pensando que la covid no es cosa de ellos y obrando en consecuencia.

Por lo demás, sigue el rosario continuo de alborotos hasta la madrugada, pintadas en los muros, suciedad en las calles, coches aparcados donde les place… Trato de relativizar sus quejas, diciéndole que en Cataluña (Barcelona está desbordada) en Aragón y la Comunidad de Madrid (entre otros lugares) la situación es más crítica. Y le apunto una frase estoica. La solidaridad humana es como una flor silvestre de verano: no suele durar lozana más de un par de días, pero se renueva en cada primavera, en un ciclo tan paradójico como el hombre que no evoluciona: vive toda su vida fiel a su egoísmo personal y su irresponsabilidad.

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