TERRAZAS Y VELADORES EN ZARAGOZA / 20/06/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
'Desfase'.
O. Duch/J. M . Marco

La decepción de haber vuelto a la fase 2 ‘flexibilizada’ en varios territorios aragoneses ha supuesto un mazazo que ha tenido más que ver con haber entendido mal las cosas que con un retroceso de libertades inesperado. Aunque el discurso de haber vencido a la pandemia apetece, lo cierto es que la retórica que el Gobierno central y los autonómicos han tenido respecto al virus ha acostumbrado a la gente a pensar que lo malo había pasado. No es cierto. Quizá haya pasado lo peor pero la covid-19 sigue. El propio hecho de hablar de las víctimas del coronavirus en pasado ya va tejiendo una idea de haber superado una crisis que continúa y para la que ahora estamos más preparados pero, en lo esencial, seguimos teniendo escasas herramientas: no hay vacuna ni tratamiento y, con casos como el de Lérida, ni siquiera tenemos la certeza de que los sistemas sanitarios estén proporcionalmente reforzados.

Echarle la culpa al discurso de los gobiernos me serviría como excusa si me resignara a pensar que no somos ciudadanos sino marionetas. Seamos sinceros: esto ha sido como cuando suspendías un examen y luego, sentado en tu habitación, hacías reflexión y sabías que en realidad no habías estudiado. Me gustó el gesto que puso Francisco Javier Falo, director de Salud Pública de Aragón, en la rueda de prensa que dio junto a la consejera de Sanidad para explicar que se volvía a fase 2. Este sanitario torcía el gesto al explicar que él (como cualquiera de nosotros) veía actitudes en la calle que no eran del todo responsables para contener al virus. Y es cierto. La verdad es que es tentador pensar que por una pequeña excepción que cometa uno con las normas tampoco va a pasar nada. Se abre aquí una interesante cuestión, pues el individualismo ha llegado a tal punto que no pensamos que nuestras excepciones son una más que se convierten en cientos y estas, en una irresponsabilidad colectiva que al final nos afecta a todos.

En un mundo ideal no habría covid pero, dado que ya está, quizá sería ideal que la epidemia nos sirviera para recuperar la responsabilidad individual y el bien común. Limar asperezas artificiales que nos distancian, entonar las culpas propias; reforzar la idea de pueblo ante un enemigo que no dialoga con el hombre y que solo sabe hacernos daño.

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