Tengo fama de enredador y caprichoso. Es cierto que me gusta jugar con todo y que soy un tipo de caprichos pequeños. Digo esto para justificar que me hayan regalado, sin que yo sepa cómo se toca, un guitarrico, instrumento aragonés, antiguo, de cuatro cuerdas, que tiene una tesitura tan aguda que se escucha por encima de todos los demás. Por eso La Ronda de Boltaña canta que vale más un guitarrico valiente que un guitarrón. Por extraño que parezca, en Aragón nadie ha publicado un método de guitarrico. El Cabildo canario potencia el uso del timple como los vascos hacen con el txistu, los catalanes con la sardana o los gallegos con su gaita. Deberíamos dar premios y becas para que los jóvenes se especializaran en el arte de tocar el guitarrico y debería crearse, sin demora, la academia del guitarrico. Claro, que los aragoneses también deberíamos conocer nuestra historia, nuestras lenguas, nuestros paisajes, nuestro patrimonio y, sobre todo, deberíamos creer en nuestro futuro.

Tenemos instrumentos hermosísimos que casi nadie conoce. Sin embargo, nos da por tocar el ukelele, que es una especie invasora, como el cangrejo americano o el siluro. Es tan bonito el guitarrico, tan vibrante y tan valiente que merece nuestro cariño y nuestro apoyo. Además, dicen los estudiosos que Fermín Arrudi, el gigante de Sallent, era un gran tañedor de guitarrico. Cuesta creer que con esas manos pudiera tocar un instrumento tan pequeño. Si el gran Arrudi pudo tocar el guitarrico, nosotros también podemos. Yo ya estoy en ello.

Víctor Juan es director del Museo Pedagógico de Aragón