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Las hogueras son tradicionales en la noche de San Juan.
Quique García / Efe

Anteayer celebrábamos San Juan. La noche de su víspera no hubo hogueras, pese a que el solsticio de verano llegase puntualmente a su cita, ajeno a toda enfermedad de la tierra. En el hemisferio boreal estamos más cercanos al sol. ¿Será por eso que comenzamos a sentirnos algo más seguros?

Las fiestas patronales sorianas, dedicadas al toro y a San Juan, lo mismo que San Fermín y San Lorenzo, tampoco se dan cita. No está el horno para muchos bollos ni hay más cera que la que arde. Y con todo, enseres y simbolismos relacionados con el fuego dan mucho de sí, más en tiempos en que necesitamos una buena antorcha.

El origen no siempre es claro, de epidemias y fogatas. Se dice que si tienen que ver, las segundas, con costumbres paganas y con Zoroastro, el profeta persa de los siglos VII y VI antes de Cristo. Extraña mezcla de creencias, desde la Torre del Silencio, donde son llevados los cadáveres de niños, mujeres y hombres, expuestos a los buitres y calcinados sus huesos por el sol; al emblema del fuego y de la luz, centro de la entonces nueva religión, que disipa las tinieblas de la ignorancia. El Zaratustra nietzscheano (‘Así habló Zaratustra’): muerte de Dios, voluntad de poder, eterno retorno de lo mismo, nihilismo.

Y está la otra raíz, Zacarías, padre de Juan Bautista, predecesor de Jesús. Cuentan que encendió una hoguera cuando nació el hijo y sanó de la mudez. Y el tronco común vuelve a echar mil ramas diversas: atraer buena suerte, echar malos espíritus, hacerse fértiles las mujeres que desean parir, saltar nueve olas seguidas, siete veces por encima de las brasas, escribir los deseos, quemar los monigotes como símbolo de todo lo viejo que queremos olvidar y superar. Y este año, o los dos años próximos, nos queda mucho por prender y renovar.

Está la luminaria como tributo de buena cosecha, en agosto, relacionada con la Virgen, San Roque y las rogativas por la peste. Y está la otra vertiente, la confabulación de brujas, simples mujeres del pueblo instruidas por la naturaleza, y sus ritos de fuego, sol y agua.

Ritos de sanación y de clarividencia social, como los del profeta cantor: «Y con la resaca a cuestas / vuelve el pobre a su pobreza, / vuelve el rico a su riqueza / y el señor cura a sus misas» (Joan Manuel Serrat). ¿Es la hoguera catártica, mientras dure, de esa otra pandemia que nos viene?

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