‘I wanna breathe’

Un pleno del Congreso de los Diputados durante la pandemia.
Un pleno del Congreso de los Diputados durante la pandemia.
Eduardo Parra / Europa Press

Ican’t breathe" (no puedo respirar) se ha convertido en el lema de los manifestantes norteamericanos que protestan contra el comportamiento excesivamente violento y tendenciosamente discriminatorio de determinados policías de aquel país. Creo que todos sabemos de dónde procede la frase, que dejaba claro que George Floyd no podía respirar. Estas palabras, si el actual inquilino de la Casa Blanca sigue con su obcecación, pueden convertirse en tan icónicas como el "I have a dream" que pronunció Martin Luther King en plena lucha por los derechos civiles.

Aquí, en nuestro país, parece que este problema no es uno de los muchos que nos acucian en estos tiempos de zozobra. Pero también podemos decir bien alto que no podemos respirar. No por la asfixia física que provocó la muerte de Floyd, pero sí por el desolador espectáculo al que nos vemos sometidos todos los días en los boletines de noticias. Caminamos por la calle, estos primeros días posteriores al estado de alarma, y lo que más vemos son colas de personas. No es que nuestra economía se haya vuelto soviética, donde la gente hacía cola porque eso significaba que allí había algo. Esperamos pacientemente hasta para conseguir una mesa en una terraza para tomarnos una sencilla caña. No veo discusiones más allá de las que siempre hay en cualquier situación normal. Hasta cuando algún grupo político llama a hacer una demostración de protesta contra lo que sea, los que acuden solo son reconocibles por las banderas u otros distintivos que portan. Acabado el acto, a buscar la terraza más próxima, como el resto.

Pero esto cambia en cuanto nos ponemos a ver el primer telediario. Golpistas, guerracivilistas, inconscientes, ocultadores de la realidad, poder absoluto, liberticidas y mil delicadezas más es lo que se oye. He dicho antes que la violencia policial no parece estar entre nuestras preocupaciones, pues no la hay, pero la violencia verbal de los políticos nada tiene que envidiar a las imágenes que vemos de las noches estadounidenses.

Además de que nuestros representantes parecen vivir en otro país diferente al mío, también me he percatado que lo que vemos en las Cortes y en las ruedas de prensa en Madrid está varios órdenes de magnitud por encima del comportamiento que se produce en el resto de los parlamentos españoles. Un castizo podría decir sin temor a equivocarse que "como en Madrid no se grita en ninguna parte". Estás, querido lector, leyendo una publicación que no se edita en la capital, y esta debe de ser una de las causas por las que el tono de casi todos los que nos asomamos a esta ventana es bastante conciliador. Por ello no espero ser invitada a opinar en los medios capitalinos, más dados al vocerío para sus prosélitos que al fomento de la reflexión. Las que no estamos acostumbradas a los hábitos de la Villa y Corte, no podríamos alcanzar sus expectativas.

Creo que nos falta aire en nuestras mentes. Pero todo lo que veo y oigo me hace ser pesimista sobre la capacidad que tenemos de superar diferencias. Se escuchan llamadas a la defensa de la democracia como si estuviéramos al borde de una cruel dictadura, una de esas que hemos sufrido en España varias veces. Se olvidan de que la primera regla es aceptar que el gobierno solo lo puede ejercer legítimamente el que, tras unas elecciones libres, consigue los apoyos parlamentarios suficientes. Negar esto desde la tribuna del Congreso es una deslealtad, y un sinónimo de desleal es felón.

Este es el aire que nos falta. El que entra a bocanadas en una habitación cerrada cuando se abre al exterior. Nuestros políticos están comportándose como fallebas oxidadas que impiden abrir las ventanas. Parecen no tener otro discurso que el de la destrucción del contrario. Me temo que muchos ocultan su miedo a que el aire fresco llegue en forma de vendaval que nos deje ver su falta de ideas.

No quiero ver mi país dividido en una confrontación estéril y fratricida una vez más. Quiero respirar. Prefiero ‘I wanna breathe’ (quiero respirar) a ‘I can’t breathe’.

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