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Pícnic libertario

Dulces, embutido, tortilla de patata...¿qué tendrá tu picnic perfecto?
'Pícnic libertario'.
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Eran ocho adultos, de edades comprendidas entre los treinta y los cincuenta años, y siete menores, de entre seis y diez años. Además, iban con un perro grandote, suelto, a las seis de la tarde. Estaban de merendola y dándose a divertidos juegos, en los que también participaba el can, alegremente acosado sobre el césped por la cuadrilla infantil. Nadie llevaba mascarilla. Todo era arracimarse lúdica y afectuosamente.

Contemplando dicha escena, intenté imaginar qué pensarían aquellos seres desinhibidos del resto de los pobladores del campus universitario en ese momento, todos con mascarillas, guardando distancias y advirtiendo a la chiquillería a nuestro cargo de que hicieran lo propio. Supongo que les pareceríamos individuos absurdos, especialmente ahora, que casi no muere nadie por la pandemia. La cosa va tan bien que hasta el presidente del Gobierno de Aragón ha planteado que en septiembre será factible volver a meter a veinticinco menores y un adulto en un aula de treinta metros cuadrados.

Sin embargo, en la actitud del colectivo mencionado supuraba algo más que relajación y confianza. Y no era la inconsciencia que uno observa con comprensión en ciertos comportamientos juveniles. Más bien, aquella gente me recordó a quienes se jactan de no vacunarse, un lujo que les sufraga la inmensa mayoría que sí lo hace, o a quienes no pagan impuestos amparándose en alguna doctrina libertaria, pero sin renunciar al disfrute de los bienes públicos. Yendo demasiado lejos, concluí que se trataba de otro supuesto más de la regla general que consiste en que unos pocos abusan de casi todos.

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