Un cocodrilo en el Pisuerga

Un joven busca con sus prismáticos al cocodrilo en la confluencia del Pisuerga y el Duero.
Buscando al cocodrilo en la confluencia del Pisuerga y el Duero.
Efe

Lo que faltaba. El colmo de los disparates. Es que en esta España tan suya, tan nuestra y tan diferente, ya no cabe ni un esperpento más. Pero he aquí que este país inefable y entrañable es capaz de aguantar cualquier cosa; incluso la aparición de un cocodrilo en el Pisuerga a su paso por la provincia de Valladolid.

Como lo oyen: un saurio de dimensiones considerables y perteneciente al parecer a la especie de los que pueblan el Nilo, que es la más voraz y agresiva, estaba plácidamente tumbado al sol en las proximidades de Simancas. Y cuando debió de notar la presencia humana se sumergió tranquila y despaciosamente en el río.

¿De dónde habrá salido este peligroso bicho? ¿No será algún político disfrazado de los que pueblan ahora nuestras instituciones? ¿Habrá pasado inadvertidamente por Barajas o venía en alguna de las maletas de doña Delcy González, la vicepresidenta de Venezuela, aunque allí no está el Nilo, sino el Orinoco, que también debe de tener una importante población de caimanes?

Es que en estos tiempos aciagos a España le cae una tras otra. No nos basta con haber sufrido el coronavirus ni con tener que soportar unos gobernantes que nos atemorizan ni con enfrentarnos a una tremenda crisis económica… para que nos vengan ahora con lo del cocodrilo, con la amenaza que supone para bañistas incautos, veraneantes de ribera y turistas amedrentados. ¡A ver quién se mete ahora en el río!

¿Y si hubiera cocodrilos en otros ríos? Vamos, que nos van a amargar las vacaciones. Aunque visto de otro modo el asunto podría convertirse en un atractivo turístico, ahora que tanta falta nos hacen los turistas. El avistamiento de semejante reptil, agigantado por las calenturientas mentes de los sutiles embaucadores monclovitas, podría parecerse al del Nessie que se alberga en las oscuras y profundas aguas del lago Ness y al que nadie ha visto, que se sepa.

Tampoco está claro ni que exista ni que el animal sea verdaderamente un cocodrilo. ¿Y si fuera una serpiente de verano, de esas que se fabrican en la época estival, horra de noticias, para entretener al personal? Sabemos que la ingeniería social que tanto se practica en estos tiempos es capaz de cualquier cosa, incluso de inventarse historias de cocodrilos para amenizar nuestros encuentros en la tercera fase y evitar que hablemos y nos ocupemos de cosas más serias.

Pero así es esta España, ovejuna y mesetaria, conformada, crédula de cocodrilos, brujas y alimañas, valleinclanesca y futbolera, inquieta por su destino…

Y no sabemos si el susodicho habrá venido para llorar esas lágrimas falsas que dicen emiten estos bichos poco antes de abrir sus fauces mortales y devorar cuanto se les pone a tiro. Quizá a llorar por España, que bien se merece un llanto, aunque sea de un cocodrilo que se pasea por las aguas castellanas del Pisuerga. Que, como todo el mundo sabe, pasa por Valladolid. 

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