La hora del teletrabajo

Los millennial están más acostumbrados al teletrabajo.
Teletrabajo.
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Poner de relieve la oportunidad y posibilidades del llamado ‘teletrabajo’ es una de las consecuencias colaterales que ha traído el coronavirus. La fórmula no es nueva, ya que las nuevas tecnologías han permitido hace tiempo que muchos de los trabajos de carácter administrativo, en especial, puedan realizarse a distancia. Oficinistas de toda clase y condición, asesorías, profesionales de la abogacía, la economía, la medicina, gentes de la banca y de muchos servicios, buena parte de los funcionarios de las administraciones públicas, personal de los medios de comunicación y un sinnúmero de actividades han demostrado estos últimos meses que hay una modalidad alternativa al trabajo presencial. O quizás sea más preciso decir que es o puede ser complementaria.

Ocurre que la sustitución de una por otra clase de trabajo ha cogido sin preparación a buena parte del personal afectado y ha sido verdaderamente un salto muy brusco y sin paliativos, por lo que la figura del teletrabajo ha podido tener sus críticos y detractores, al no existir experiencias suficientes y haber tenido que improvisar su implantación. Sin que haya sido tampoco posible una graduación en su puesta en marcha y sin haber podido implementarse en alguna forma mixta, es decir, compaginando jornadas teletrabajando con otras de carácter presencial en las empresas, oficinas o despachos.

La tradición, por no decir la cultura, empresarial española ha sido la de trabajar estando presente en el tajo bajo la atenta mirada del empresario, que siempre ha valorado más la actividad ‘in situ’ y preferentemente alargando horas y horas la presencia del trabajador atornillado a su silla, como si eso fuera indicio de mayor calidad laboral, de lealtad y dedicación a la empresa y de más alta productividad. Craso error, que entre otras cosas ha impedido –e impide– implantar cualquier sistema de conciliación al exigir largas e inútiles presencias a los trabajadores con menoscabo de sus oportunidades de conciliar su vida laboral con su vida familiar.

El teletrabajo es una oportunidad, precisamente, para abrir la puerta a la conciliación, por lo que es muy posible que haya venido para quedarse, aunque haya que modular las diferentes formas en que ha de desarrollarse. Aquí hay una de las líneas de trabajo que va a ocupar –o debe ocupar– los debates y acuerdos de los llamados agentes sociales. Es el futuro, sin duda alguna, y sería muy conveniente que nos fuéramos acostumbrando a ello.

Lo importante de cualquier actividad profesional o laboral es conseguir alcanzar unos determinados resultados; esa debe ser la medida, no las horas que se pasa uno en la oficina. El teletrabajo nos muestra cómo es posible conseguir objetivos y resultados trabajando desde casa. ¿Por qué, pues, tanto empeño en someter a la gente a la presencia devota ante su jefe cuando hay procedimientos que permiten un mayor bienestar y confort emocional sin perjuicio de la exigencia de lograr las metas que son objeto de nuestra actividad? La cuestión es que el debate sobre el teletrabajo ha quedado abierto.

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