Insignificantes

Opinión
'Insignificantes'.
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Pensaba estos días en lo insignificantes que somos y me acordaba del escritor y periodista José María Carretero, que firmó sus libros como ‘El Caballero Audaz’ y que fue el prototipo de escritor que escribió más libros que leyó. Todos conocemos a unos cuantos de éstos y sabemos que la cosa nunca da buen resultado. No puso en práctica Carretero la máxima de nuestro paisano, el que fuera fiscal del Tribunal Supremo durante la República, José Luis Galbe Loshuertos, quien en sus memorias, editadas por Alberto Sabio, aseguraba que se perdía menos tiempo leyendo buenos libros que escribiéndolos malos. Carretero, que vendió mucho en su día -lo que suele ocurrir con los escritores de novelas populares-, hoy no tiene ni letra menuda en los manuales, casi ni una nota a pie de página, y nadie se acuerda de él. El tiempo lo ha hecho insignificante y, al final, después de publicar un montón de libros, lo que más se recuerda de él son sus hijas, que, como nos contó Josefina Aldecoa, montaron una perfumería en Nueva York y tuvieron de clienta, ahí es nada, a Greta Garbo.

Pensaba en Carretero y en lo insignificantes que somos porque esta pandemia nos ha dejado con las vergüenzas al aire, y un virus voraz e implacable se está llevando por delante a millares de personas, algunas de las cuales tal vez en algún momento tuvieron la tentación de sentirse importantes. Y es que lo de nuestra insignificancia, aseguraba el fiscal Galbe, lo pudo comprobar Wenceslao Fernández Flórez un día que tuvo que ponerse a orinar junto a las cataratas del Niágara.

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