Fortalezas contra la crisis
Los economistas no se quieren pillar los dedos y siempre precisan, cuando se les pregunta sobre el alcance de la crisis económica a la que nos está llevando el estado de alarma dictado para frenar la expansión del coronavirus, que todo dependerá de la duración de la pandemia, de si hay un rebrote en otoño y de si finalmente contamos con la esperada vacuna contra la covid-19. Se habla de caídas del producto interior bruto (PIB) de entre el 7% y el 15% o incluso más, lo que se traducirá en la inevitable pérdida de numerosísimos puestos de trabajo, muchos de ellos aún sujetos –en no pocos casos de modo artificial– por los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE).
La crisis económica que viviremos y que muchos están acusando ya será monumental, si bien no se prevé que dure tanto como la de los años 2008-2013, causada por la explosión de una burbuja financiera y el desplome del sector de la construcción. El buen momento en el que están hoy los bancos, lo que no ocurrió entonces, es otro punto a favor, ya que las empresas seguirán adelante si tienen el acceso al crédito que garantice su liquidez. En este escenario saldrán peor paradas las compañías más pequeñas y los autónomos, de ahí que todo el apoyo que puedan darles tanto las entidades financieras como las administraciones puede resultar crucial.
Aragón, como han destacado los expertos que asesoran al Gobierno de Aragón en materia económica con el liderazgo del catedrático y exconsejero Eduardo Bandrés, saldrá mejor parado de esta crisis que la media española por su estructura productiva. En ella el peso del turismo y la hostelería, los ámbitos más dañados por el confinamiento que les ha obligado a parar su actividad, es menor que en otras comunidades autónomas. En cambio, el sector agrario y la industria –y dentro de esta, la del automóvil– cuentan con más protagonismo, lo que puede marcar la diferencia.
Nadie cree que las cosas se recuperarán a un ritmo que nos permita llegar pronto al punto en el que estábamos antes de todo esto. El propio Bandrés cree en un rebote ya este segundo semestre del año, pero prevé una trayectoria de recuperación que hará que no sea hasta finales de 2022 cuando estemos a niveles pre-covid.
Al empuje de la situación aragonesa vendrá bien, recalquemos, que sectores como el vinculado a la agroalimentación y el industrial tiren del carro y evolucionen de modo positivo. En ambos casos, además, con una proyección exterior más que reseñable, no en vano Aragón estaba exportando en tasas muy superiores a la media española antes de la crisis y sus ventas a otros países cayeron menos en marzo, último mes con datos. Nuestra comunidad autónoma es una de las que mejor apostó por otros mercados en la crisis económica anterior, cuando el consumo interno se redujo de modo tan drástico, y eso ha continuado después, con una diversificación que nos ha hecho depender menos del tradicional monocultivo de la automoción.
En el mundo del auto vale la pena reseñar la positiva situación de la fábrica de PSA en Zaragoza, con tres modelos bien acogidos en el mercado (el Corsa, el Crossland X y el C3 Aircross), cuya producción se está recuperando progresivamente. Además, contar con un modelo eléctrico –una versión del Corsa– posiciona bien a la factoría de Figueruelas ante un futuro hoy incierto, pero en el que no dejará de ganar valor la apuesta por vehículos más amigables con el medio ambiente.
A la estructura productiva aragonesa y al buen comportamiento del sector exterior se suman como fortalezas dos destacados proyectos empresariales que impulsa la DGA y no se han paralizado, los de Bon Àrea y Amazon. Todo suma para un escenario que hoy, hay que reconocerlo, está lleno de incógnitas y oscuros nubarrones. Pero hay que seguir en marcha. Y mirar el vaso medio lleno.
