Por
  • Javier Monclús Fraga

El urbanismo pospandemia

Plano del carril bici y de las estaciones de Bizi
Plano del carril bici de Zaragoza.
HA

Cómo cambiarán nuestras ciudades después de la pandemia? La pregunta es análoga a la que se plantea en otros ámbitos de la sociedad. Las opiniones son muy diversas, algunos son pesimistas y piensan en que a medio plazo todo seguirá más o menos como antes, desaprovechando la oportunidad para mejorar las cosas. Otros tienen visiones más esperanzadoras, confiando en que la crisis dé lugar a una sociedad más solidaria y cohesionada, con otras prioridades, más interesada en lo importante, por ejemplo, en la ciencia.

En un campo como el del urbanismo, tan amplio, rico y complejo, a pesar de no ser "tan elegante como una ciencia", como decía Bernardo Secchi, preguntas análogas también dan lugar a respuestas diversas, aunque no siempre contradictorias. Hay cierto consenso en los diagnósticos y en las estrategias para mejorar nuestras ciudades. Algunas van por delante y aprovechan para acelerar y poner en marcha mejoras urbanas efectivas. En cambio, otras pueden perder la oportunidad que la recuperación post-pandemia presenta, al ignorar la complejidad de la dimensión urbanística, lo que les lleva a adoptar actuaciones limitadas, sectoriales y, muy probablemente, ineficientes.

La situación requiere planes urgentes para desconfinar a la población de manera segura, como aligerar la presión del transporte público y, a la vez, reducir el tráfico privado. Reducir la movilidad diaria de miles de trabajadores en las ciudades es algo que ya se ha practicado durante la cuarentena y que podría convertirse en una oportunidad para avanzar hacia una ciudad de escala peatonal y más humana. Parece razonable pensar que una parte del teletrabajo podría mantenerse y contribuir a la reducción de la movilidad. Sin embargo, las reticencias a la utilización del transporte público podrían dar lugar a un incremento no deseado del vehículo privado, lo que supondría un claro retroceso respecto a los últimos años.

Para responder a estos retos y cumplir las Agendas 2030, centradas en la mejora de la calidad urbana y las condiciones medioambientales, algunas ciudades ya están trabajando en los planes para aprovechar el momento e impulsar algunas medidas ya experimentadas por las más avanzadas. Es envidiable comprobar cómo en Ámsterdam o Copenhague se siguen aplicando estrategias que responden al reto que todas las ciudades tienen hace tiempo, fomentando todavía más los desplazamientos seguros a pie o en bicicleta. O cómo en París y Milán se apuesta por la ‘ciudad de los 15 minutos’, que ofrece una mayor calidad urbana, facilitando el acceso sobre todo a bienes y servicios mediante la descentralización y concentración de las actividades. En el actual escenario de transición post-pandemia, las estrategias pasan por la elaboración de planes de recuperación de espacio público para adaptarse a las necesidades de la ciudadanía, creando ejes peatonales mediante ampliaciones de aceras en las calles y avenidas. Mejorar y renaturalizar los espacios públicos y acotar sectores urbanos de calidad sin ruido ambiental (con la creación de supermanzanas) son estrategias ya suficientemente comprobadas que hacen más humanas y saludables las ciudades y que pueden refundirse en directrices de intervención específicas.

En la Universidad de Zaragoza llevamos años trabajando en estos temas y elaborando propuestas para la regeneración urbana integral de nuestros barrios, tanto a corto plazo y de bajo coste (urbanismo táctico), como a medio plazo y con intervenciones de mayor alcance (urbanismo estratégico). Si algo hemos aprendido en las últimas décadas es que, más allá de las improvisaciones y de los parches para salir del paso, se requieren actuaciones decididas e informadas. Nuestra ciudad no puede quedarse atrás en las previsibles convocatorias de un eventual Plan Marshall o su equivalente instrumento europeo. Sería lamentable no aprovechar la ocasión y, en su lugar, cometer la equivocación de abordar temas complejos con visiones simples y sectoriales o no entender que la necesaria financiación estará, sin duda, condicionada por la existencia de proyectos bien elaborados y coherentes con los nuevos retos urbanos.

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