La primera visita

Recurso Plancha
"...me puse a planchar una camisa blanca de doble puño..."
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Superada la aprensión inicial, al acabar la tarde nos ilusionamos. Cumplida la cena, me puse a planchar una camisa blanca de doble puño y los pantalones de un terno azul oscuro de chaqueta cruzada y raya diplomática, el traje más elegante de mi vestuario. Viéndome, mi esposa trajo un vestido azul y blanco, confeccionado por una modista local con retales de tejido ecológico. Finalmente, se sumaron al planchado unos pantalones de pinzas, una camisa azul y un chalequito cerrado de punto, la ropa de niño bien de nuestro hijo, legada, casi nueva, por unas amistades.

Con tales prendas nos engalanamos al día siguiente. Solo añadiré que yo completé mi atuendo con gemelos rematados en tela, corbata, pañuelo de bolsillo y calcetines, todo a juego, en topitos blancos sobre fondo crema, y calzando zapatos Oxford color borgoña. También nos dimos el lujo de estrenar unas FFP1. Verdosas, eso sí. Es lo que hay.

A la hora convenida sonó el portero automático. Abrí el portal de la calle, entorné la puerta del piso y me senté a esperar con la familia. La persona que salió del ascensor y entró, sin tiempo siquiera de saludar, oyó palabras de bienvenida procedentes de la sala donde nos hallábamos, cuya puerta también estaba abierta. Primero apareció la carga y luego el joven que la llevaba. Este, al ver la escena, paró en seco y se aferró a la carretilla. Entonces, balbuceando tras una FFP1 azulona, más bonita que las nuestras, por cierto, se disculpó, nos dio el pésame y retrocedió sin girarse, llevándose nuestra ilusión de tener visita, la primera desde el confinamiento, y una lavadora nueva.

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