Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Pan, vino, pescado y rábanos...

Opinión
'Pan, vino, pescado y rábanos'.
POL

El ‘Homo sapiens’ es el ‘Homo faber’. Sin ciencia y tecnología el ser humano no habría sobrevivido, seríamos un fósil más. La aparición y evolución de ambas, ha sido posible por: la curiosidad innata que nos caracteriza, el desarrollo de la facultad racional y nuestra capacidad de teorizar. Además, parafraseando a Alvin Toffler, la ciencia y la tecnología se alimentan a sí mismas, ellas hacen posible más ciencia y más tecnología.

En este contexto, utilizo la palabra teoría como un conjunto organizado de ideas que explican un fenómeno y que se deducen a partir de la observación, la experiencia o el razonamiento lógico. Hay que saber diferenciar entre las teorías establecidas y las teorías hipotéticas. Estas últimas pasan a ser del primer tipo tras la confirmación experimental repetida de predicciones específicas. Si bien es verdad que las teorías hoy establecidas fueron en su día teorías especulativas.

Dada la inevitabilidad del reinado de la inteligencia artificial (IA), hoy les voy a poner un ejemplo de dos teorías especulativas en las que se está invirtiendo masa gris, tiempo y recursos, y cuyo objetivo fenomenológico puede llamarle a más de uno la atención y llevarle a pensar si eso tiene sentido. Hasta el momento, todo ello se mantiene como una aspiración a pesar de los grandes avances en el campo y la mejora de algoritmos complejos asociados a la IA. Hay una rama del desarrollo del conocimiento humano que estudia si se puede alcanzar la construcción de máquinas capaces de ejercer la autoobservación y la introspección, es decir que intenta responder a la pregunta de si las máquinas llegarán a ser conscientes, teniendo en cuenta que cuando hablamos de un sistema consciente expresamos de manera simple que sienta algo al ser ese sistema.

Actualmente existen dos tendencias preponderantes: la conocida como Espacio de Trabajo Neuronal Global (ETNG) y la denominada Teoría de la Información Integrada (TII). Para la ETNG, la consciencia surge de la arquitectura y funcionamiento del cerebro, lanzando las hipótesis de que la mayoría de la actividad cerebral está siempre en zonas locales y por lo tanto es inconsciente, y que solo en determinadas ocasiones se produce una onda de excitación general que se extiende por todo el cerebro generando la consciencia. Desde este punto de vista la consciencia es una cuestión de cómo actúa el cerebro. Por lo tanto, para que una máquina alcance la consciencia es necesario imitar la funcionalidad del cerebro y que la máquina genere una simulación, es decir se requiere construir un modelo ‘software’ del escáner ultraestructural de un cerebro, asociado a una potencia de cálculo exorbitante.

Desde el punto de vista de la TII, la consciencia es cuestión de cómo es la estructura física subyacente del cerebro humano (neuronas y sinapsis) que es completamente diferente de la estructura física del computador (transistores y buses). En este caso la hipótesis es que en el caso de que ambos sistemas se comportaran de la misma manera, es decir, que con los mismos datos de entrada, generaran los mismos datos de salida, en el primero podría surgir la consciencia y en el segundo no. Desde este punto de vista, con el computador tan solo podríamos intentar conseguir imitar ya que no tienen la misma estructura interna que el cerebro. Por lo tanto, para que una máquina alcanzase la consciencia sería necesario que se pudiera construir ‘hardware’ neuromórfico, basado en una arquitectura construida a imagen y semejanza del sistema nervioso.

Independientemente de lo que les acabo de contar, y de si alguna de las dos teorías especulativas pasará al rango de teoría establecida, lo que de verdad a mí me impresiona es, como dijo Nikos Kazantzakis: ¡qué extraña máquina es el hombre! Usted le mete pan, vino, pescado y rábanos y salen suspiros, risas y sueños.

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