Sabíamos que el efecto negativo de la pandemia y de las restricciones que conlleva sobre la economía iba a ser muy importante, y las previsiones que ayer publicó el FMI confirman para España un impacto durísimo, a penas aliviado por la perspectiva de un inicio relativamente rápido de la recuperación. La crisis económica exigirá que las fuerzas políticas y los agentes sociales trabajen juntos para paliar en todo lo posible el peor retroceso económico desde la Guerra Civil.

España va a sufrir este año, a tenor de los cálculos del Fondo Monetario Internacional, la mayor caída en su producción de riqueza en más de ochenta años. El FMI prevé que el PIB se contraerá en 2020 un 8%, es decir casi el mismo decremento que sufrió nuestro país a lo largo de los cinco años de la crisis financiera posterior a 2008. El paro, por su parte, volverá a dispararse hasta algo por encima del 20%. Una perspectiva tremendamente negativa que, no obstante, podría comenzar a invertirse en el cuarto trimestre y, con mayor claridad, en 2021. Se espera, por tanto, una crisis muy profunda, pero también relativamente breve, aunque la incertidumbre sigue siendo considerable y habrá que trabajar con ahínco para asegurarse de que la recuperación se produce, efectivamente, pronto y con fuerza y que la recesión no se enquista. 

También los países de nuestro entorno sufrirán grandes disminuciones del PIB, aunque solo las de Italia y Grecia serán mayores que la española, con una caída global de la eurozona del 7,5%. La economía mundial en su conjunto se contraerá un 3%, el peor registro desde 1930. Estas cifras dan idea de la gravedad de una situación que requerirá medidas decididas por parte de los gobiernos, algunas de las cuales ya se han ido tomando, como el FMI reconoce para el caso de España, pero que habrá seguramente que reforzar. Y el mejor antídoto será, sin duda, una buena gestión de la crisis sanitaria para lograr una rápida recuperación.