Liturgias a puerta cerrada

ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero
ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero
HA

Las iglesias, como el Congreso y la Moncloa, celebran esta Semana Santa sus rituales en clausura. Las liturgias políticas y las religiosas comparten el virus chino que cierra los recintos, pero no los desactiva. Veámoslos.

Liturgia política

Oír a la ministra portavoz es una dura carga, propia de estos días penitenciales. Se enfada porque se critica su modo andaluz de hablar. Pero se puede hablar a la andaluza y aspirar la ese final sin decir tan obsesivamente Estao, Senao, diputao y así, mil más. Imaginen que un prócer aragonés dijese aprobau y cuidau y blasonase de ello tras oírse un reproche. Montero, criatura agresiva, defiende el habla andaluza que nadie le afea. No. Se le achacan otros defectos: su estupefaciente verborragia; su adicción a la homilía; su tuteo ineducado, porque es unidireccional, a los periodistas; y –esto no es opinable– su maltrato a la lengua. Dice ‘treceavo’ en vez de decimotercero; asegura que se va a ‘monitorizar alrededor de todos los rincones de España’ (¿cómo se deambula alrededor de un rincón?); habla con redundancia de la ‘pandemia sanitaria’; del ‘número de hospitalización’, de ‘mirar hacia detrás’ y de ‘condicionalidades’ (¿?); califica de ‘legítimas’ las preguntas sobre mascarillas, como si alguna otra pudiera no serlo. Y, en fin, su frase fantástica: «La manera improvisada en que la pandemia se ha presentado». ¿No será imprevista la pandemia y la ministra la improvisada?. Claro que el filósofo Illa dice y repite ‘preveyendo’ y nadie le reprocha nada.

La inscripción de Pilato

Cumplida la penitencia en la liturgia política, aun por pecados no cometidos, tratemos un caso relevante de la liturgia cristiana de estos días: Poncio Pilato. No se discute su existencia, al contrario que la de Jesús. Pilato (en España suele llamársele Pilatos) gobernó la secundaria prefectura de Judea entre los años 26 y 36. Imperaba Tiberio, hijastro y sucesor de Augusto.

El Estado de Israel, criatura nacida trabajosamente en 1948, ha dedicado muchos esfuerzos a la investigación arqueológica, porque afirma que sus derechos nacen de la decisión de Dios y de la acción de Abraham, un semita (descendiente del hijo mayor de Noé, Sem), padre de los israelitas: su nieto Jacob cambió su nombre a Israel, tras una intervención divina. La potente arqueología nacional (y nacionalista) ha encontrado dos objetos vinculados a Pilato. Una inscripción y un anillo, ambos con su nombre. Como Pilato es nombre poco usual, se tienen los dos por suyos.

Hace más de medio siglo, se halló un sillar, de 82 cm de alto, reutilizado, y estropeado por esta causa, en las excavaciones de Horbat Qesari, donde están las ruinas de la antigua capital de Judea en el siglo I, ‘Caesarea Maritima’. La ciudad, a medio camino entre las actuales de Haifa y Tel Aviv, fue engrandecida por Herodes, aliado fiel del Imperio. Disponía de un puerto, dotado de dos torres de gran tamaño, que albergaban sendos faros. Dedicados a dos de los vástagos de la familia de Augusto y Livia, Druso y Tiberio, tenían nombre propio: el Druseo y el Tiberieo, este, de menor tamaño, acaso por haberse construido en unos años en que Tiberio estaba enfadado con Augusto. Druso murió. Tiberio fue en fin emperador y su gobernador militar en Judea engrandeció la torre faro que le correspondía. Aunque la inscripción hallada está mutilada, se leen palabras como Tiberieo, Pilato y el cargo de este: (pre)fecto de Judea, a quien parecería mal que el faro de Druso fuera mayor que el del césar. Curiosidad: calculando los centímetros entre letras, ha permitido añadir un dato que no figura con bastante certeza: Pilato quizá se llamó Lucio o Tiberio, pero no Marco ni Quinto, porque no hay sitio bastante para una eme ni una cu.

El anillo de Pilato

El anillo de bronce, poco ostentoso y lejos de ser una joya, se encontró en la misma ciudad, en una excavación llevada a cabo por la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1968, pero nadie reparó en su relevancia hasta hace un par de años. En efecto, en labores de repaso, fotografía y limpieza, surgió la sorpresa. El anillo parece un sello, con una jarra en relieve en posición central, rodeada de la palabra Pilato, escrita en griego. Apareció en la residencia de Herodes, donde, probablemente, había oficinas romanas.

El resto de lo que se sabe sobre Pilato viene de varios textos, no solamente evangélicos. Pero estas huellas físicas de su presencia –el texto que verosímilmente autorizó y el anillo con que se validaban sus órdenes– tienen una particular contundencia. Es una virtud de la arqueología.

Coda penitencial

Sin dejar la Semana Santa, volvamos a la penitencia. Gabriel Rufián, en plagio claro al constante innovador Quim Torra, habló de «confinar Cataluña», como si un territorio pudiera ser recluido; y soltó este primor el día 9: «Venir con la réplica preparada es un oxímoron en sí mismo». Error doble: eso no es un oxímoron; y las réplicas pueden perfectamente prepararse de antemano si son para contestar a alguien tan predecible como este badulaque.

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