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Control y pactos

El vicepresidente primero del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis; la secretaria segunda del Congreso, Sofía Hernanz y la presidenta de la Cámara baja, Meritxell Batet llegan a la Mesa del Congreso.
El vicepresidente primero del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis; la secretaria segunda del Congreso, Sofía Hernanz y la presidenta de la Cámara baja, Meritxell Batet llegan a la Mesa del Congreso.
Marta Fernández Jara/Europa Press

La Junta de Portavoces del Congreso ha aprobado que la próxima semana se recuperen por fin las sesiones de control al Gobierno, algo que exigían ya varios grupos parlamentarios. En estos momentos de crisis, el Poder Ejecutivo tiene que disponer de capacidad para tomar las medidas necesarias para luchar contra el coronavirus y sus consecuencias, siempre dentro de la ley y buscando el mayor consenso posible. Lo que no es admisible es que se rompa el equilibrio de poderes y se coarte la capacidad del Parlamento para ejercer, con serenidad, el necesario control democrático de la acción de Gobierno

Desde que estalló la crisis del Covid-19, y después de que varios diputados y miembros del Gobierno se contagiasen, la actividad en la Cámara se ha reducido al mínimo: apenas los plenos para informar y prorrogar el estado de alarma, y la comisión de Sanidad. Es lógico que el Ejecutivo dedique todas sus fuerzas a combatir la enfermedad y a paliar las desastrosas consecuencias económicas. Ello, sin embargo, no le exime de someterse al control del Parlamento, como se volverá a hacer desde el próximo miércoles.

La oposición tiene el papel constitucional de ejercer ese control, pero también el de prestar una leal colaboración. Por ello, y pese a que Pedro Sánchez puede estar tentado de evocar estos días la necesidad de reeditar los Pactos de la Moncloa de 1977 para compartir las responsabilidades por su gestión a pesar de que hasta ahora no ha pactado nada con la oposición, se puede debatir la idea de un gran acuerdo de naturaleza horizontal que actúe como ayuda frente a la crisis. Todos los partidos deben tener en cuenta que la inusitada gravedad de la situación obliga a serenar las críticas y a aportar ideas con espíritu constructivo. Y el Gobierno, por su parte, ha de dar muestras efectivas de que está interesado en contar con todos abriendo un diálogo que facilite el pacto, huyendo siempre de intereses partidistas.

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