Por
  • Carmen Magallón

Vulnerabilidad

Migrantes y refugiados aguardan para cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia, cerca de la aldea de Idomeni, en 2016
'Vulnerabilidad'.
AFP

Insólitos días los que nos toca vivir. Recluidos en casa, sentimos estar inmersos en una realidad ajena e irreal. Los aplausos al personal sanitario nos vinculan a vecinos desconocidos que se asoman a balcones y ventanas. Una amiga dio en el clavo cuando, comunicando por Whatsapp la emoción que le supuso ese aplauso, escribió: "Y qué amor de golpe por los vecinos del bloque de enfrente". Recrear en nuestro interior este sentimiento de unidad y cariño entre vecinos nos da fuerza para afrontar la complejidad de la situación: sanitarios desbordados, casuística de puestos de trabajo, cierres y despidos, niños y niñas pidiendo salir a la calle, personal de riesgo necesitado de apoyo, conciencia de desigualdad en función de los metros cuadrados en los que estamos confinados, desencuentros políticos…

Tal vez aprendamos que la radical vulnerabilidad individual y colectiva, ahora al desnudo, no es algo coyuntural sino una característica del ser humano de la que es posible extraer consecuencias para la vida y para las políticas públicas. Que asumirla coherentemente conduciría a otro tipo de actitudes y prioridades: a políticas orientadas no a un ciego crecimiento y una supremacía dominadora sino a planificar la centralidad del cuidado; al fortalecimiento de la gobernanza global; a la acogida generosa del otro que, mañana, hoy, puedo ser yo en una frontera; en suma, a plasmar de modo pragmático en la acción política que somos una humanidad interdependiente habitando un planeta común

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