Por
  • Jorge Sanz Barajas

¿Autoriqué?

Un grupo de niños, entrando al colegio.
Un grupo de niños, entrando al colegio.
Colegio Odón de Buen

Estaba el pobre profe Perplejo revisando reglamentos y otras zarandajas de su instituto. Tenía entre manos la ley de autoridad del profesorado 8/2012 que otorga presunción de veracidad al educador en caso de conflictos. Estupendo: somos autoridad, pero solo para los líos, porque para decidir en qué se educa y en qué no, ya están todos los demás.

¿Saben que un país que desconfía de sus maestros es un país enfermo? Verán: no tenemos autoridad porque nos la conceda una ley, la tenemos porque somos testigos del crecimiento de sus hijos, porque sabemos qué necesitan, porque detectamos antes que nadie carencias, síndromes, dolencias, complejos, identidades, miedos, ilusiones, pasiones, deseos… Una familia que se cierra a la diversidad es una planta que crece en el desierto.

Hay quien quisiera encapsular a sus hijos para evitarles los riesgos: solo conseguirá abocarlos a la dependencia y la incapacidad. Hemos nacido para pensar, discernir, errar y acertar. El pin parental le miente: con él, usted resta educación, usted hace de su hijo o de su hija un ser frágil. Quizá no le guste la opinión del profe Perplejo pero, lo quiera o no, los adultos somos meros espectadores de su crecimiento. La distancia la pone usted. Si quiere estar cerca, calle y escuche: en esa distancia discreta del perdedor reside la autoridad. Usted no puede controlar la vida de sus hijos así que, considérese afortunado con acompañarla. La autoridad a distancia es fácil, lo difícil es estar donde se crece.

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