La diplomacia del coronavirus
Mientras China, con la epidemia más o menos controlada en su territorio, despliega por el mundo una suerte de diplomacia del coronavirus de rostro amable, Europa parece dispuesta a lanzarse a la táctica suicida del sálvese quien pueda. Los europeos no tenemos remedio. Pekín ofrece a otros países asesoramiento técnico basado en su experiencia de lucha contra la Covid-19, y está dispuesto a suministrar equipo sanitario indispensable, como las famosas mascarillas. Entre tanto, los países europeos empiezan a cerrar fronteras, a suspender vuelos internos y a restringir exportaciones de material médico. Por no hablar de la incapacidad de ponerse de acuerdo entre los gobiernos para tomar medidas económicas conjuntas que pudieran paliar un tanto el golpe que supone ya la epidemia para todos los sectores productivos. Quizás las propuestas de China tengan más de gesto que de realidad, quizás busquen más ganar influencia que practicar la solidaridad. Pero en las circunstancias de hoy, ese reconocimiento de que en el fondo existe un interés común que aconseja cooperar para frenar el virus en todas partes es ya señal de inteligencia. Y hasta los meros gestos tienen un valor. Si en esta crisis del coronavirus la Unión Europea no está a la altura del desafío, si los ciudadanos no perciben su cercanía, el coste político será apabullante.