Identidades puras

Llevamos dentro muchas identidades.
'Identidades puras'.
Krisis'19

Cuando mi hijo fue a saludar a los Reyes Magos después de la cabalgata, vio que en esa ocasión no se les estrechaba la mano, sino que se besaba piadosamente una figurita del Niño Jesús, ofrecida con candor por uno de los monarcas a los infantiles labios. Como este gesto de devoción no le era familiar, el niño desistió del ósculo y se retiró de la fila algo desilusionado.

La anécdota anterior es una muestra ligera de que una institución que afila sus esencias diferenciales renuncia a su carácter integrador. Así, las ceremonias de bodas y funerales, por ejemplo, no cumplirían su actual función social, si se obligara a quienes asisten a mostrar fervor religioso. De igual forma, en otros ámbitos, los actos en favor del medio ambiente, de los derechos de los animales o de determinados colectivos, perderían mucho respaldo si para participar en ellos hubiera que tener placas solares en casa, alimentarse solo de vegetales o ejercer una concreta orientación sexual.

Hay quienes quieren que las identidades puras protagonicen el espacio público, en detrimento de las expresiones más laxas y abiertas. Y ya ha sucedido que a un profesor de filosofía se le ha impedido dar una conferencia universitaria sobre transexualidad, por no ser él transexual. En general, entiendo que las señas de identidad colectivas son valiosas para no desasirse del mundo y tratar de darle un sentido a la existencia, pero pueden ser muy dañinas cuando se imponen y se extralimitan. Pienso así incluso de la tolerancia y de la libertad de pensamiento, principios sociales de los que yo personalmente nunca tendría bastante.

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