Por
  • Víctor Juan

Ser del Retascón

Calle de Retascón
Calle de Retascón
Laura Uranga

Adrián jugaba en la playa, como juegan todos los niños de cualquier parte del mundo, con un chico de A Coruña. ¿De dónde eres?, le preguntó el gallego. De Retascón, contestó muy serio Adrián. El otro chico aceptó esta procedencia del mismo modo que le hubiera parecido normal que su compañero hubiera sido de Madagascar o de Sri Lanka. Queriendo conocer a su nuevo amigo aragonés, le anunció que él era del Dépor y Adrián le confesó que su equipo era el Retascón. Mi amigo Pepe Soro contempló esta escena y le preguntó a su hijo que por qué contaba que era de Retascón si, en realidad, era el pueblo de su abuela y él solo pasaba en casa de su yaya un par de semanas en verano… "Soy de Retascón porque es allí donde juego". Adrián, sin pretenderlo, nos descubrió que la patria, además de la tierra en la que se vierte la sangre, las lágrimas y el sudor, es la tierra donde se juega. También puede resultar extraño ser del equipo de fútbol de un pueblo que no tiene equipo de fútbol. Pero, si se piensa más despacio, ese es un detalle sin importancia. Lo definitivo es querer ser. Cuando un niño ha jugado en las calles y en las eras de Retascón, lo natural es mimar las palabras con las que aprendió a nombrar el mundo, amar su paisaje, comprometerse con la gente de allí, creer en su futuro y pelear por él y ser de su equipo de fútbol. Ser del Retascón es imposible, pero ya se sabe que tomar partido por las cosas humildes y pretender las utopías siempre nos hace mejores. Además, no hay nada más hermoso que lo imposible.

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